www.cubaencuentro.com Jueves, 13 de noviembre de 2003

 
  Parte 3/3
 
¿Otro Vietnam?
Un segmento no predominante del pueblo norteamericano duda cada vez más de los resultados obtenidos por Estados Unidos en Irak.
por ALEJANDRO ARMENGOL, Miami
 

La administración norteamericana no se cansa de repetir que no se han producido ataques de mayor envergadura contra los norteamericanos —por parte de los terroristas de Al Qaeda— desde la invasión de Afganistán; que han sido capturados o muertos cerca de dos tercios de los líderes conocidos de la red terrorista y de que este país cuenta con el poderío suficiente para poder llevar a cabo la guerra en varios frentes.

Son logros indiscutibles. Sin embargo, las cifras no logran omitir una realidad: la invasión a Irak ha resultado un caldo de cultivo propicio para incrementar las filas terroristas. A esto se añade el callejón sin salida en que se encuentra la crisis entre los palestinos y el gobierno de Israel, donde el fracaso de las gestiones norteamericanas es aún más evidente.

Hace poco, Bush declaró que Irak se ha convertido en el frente principal de la lucha contra el terror. Lo único que no dijo es que se trata de una situación creada a consecuencia de la guerra, no de algo existente antes de que los norteamericanos invadieran. La nación árabe se ha convertido en un imán para quienes odian este país, en la bandera de lucha del islamismo más radical y en una justificación ideológica a la hora de reclutar terroristas.

Por otra parte, los talibanes parecen estar reorganizándose, y un vídeo reciente muestra a Osama Bin Laden en un paisaje bucólico, paseándose con uno de sus principales lugartenientes, Ayman Al Zawahiri. Mientras Occidente cuestiona la fecha y autenticidad del vídeo, los islamitas no dudan que se trata de un renacimiento del líder terrorista.

Un reportaje reciente de Newsweek afirma que fuentes de inteligencia norteamericanas reconocen su incapacidad para localizar al hombre que el presidente declaró que quería atrapar "vivo o muerto". Incluso, un oficial que participa en la búsqueda declaró a la revista que quizá nunca podrán matar o capturar a Bin Laden.

Si esta captura resulta tan difícil es —entre otros factores— porque supuestamente el líder terrorista se encuentra en la región fronteriza entre Afganistán y Pakistán. El gobierno paquistaní del dictador Pervez Musharraf sobrevive atrapado entre la lealtad a Estados Unidos, su perenne conflicto con la India por la región de Cachemira y una fuerte penetración en sus fuerzas militares y de inteligencia de simpatizantes de Al Qaeda.

A diferencia de Irak, donde no se han encontrado armas nucleares, Pakistán cuenta con ellas. ¿No hubiera sido más sensato enfatizar la persecución iniciada en Afganistán antes que abrir un nuevo frente? No para Bush. El nombre del mulá Mohamed Omar ha sido borrado de la memoria del pueblo norteamericano; hace meses que el presidente no se refiere a Bin Laden, y el apoyo internacional —logrado tras el 11 de septiembre— se perdió al iniciarse una guerra casi sin apoyo internacional (por favor, nadie saque a relucir la lista de países que apoyaron la iniciativa de usar la fuerza contra Husein; con la excepción de Gran Bretaña y España, los demás nombres no pasaron de ser eso: nombres).

No estamos ante un Vietnam, pero tiene razón el senador Graham cuando habla de descalabro. Lo único que se quedó corto: el descalabro no es sólo en Irak. Amenaza con extenderse a toda la lucha contra el terrorismo. Sólo cabe esperar que no ocurra. Estados Unidos ha demostrado, una vez más, que es una nación muy poderosa: puede ganar más de una guerra, prácticamente sin apoyo. Falta por ver que pueda hacer lo mismo con una red terrorista.

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