www.cubaencuentro.com Jueves, 05 de febrero de 2004

 
   
 
Mucha pimienta
por ALEJANDRO ARMENGOL, Miami
 

Demasiada pimienta en la reunión del ALCA celebrada en Miami. Era de esperar, porque los políticos son malos cocineros y los policías acostumbran a entrar tirando los calderos al suelo. Cuando los funcionarios comenzaron a hablar en términos gastronómicos —que si el encuentro era una cena con varios platos, un buffet donde escoger y una mesa con una bandeja muy llena—, se hizo evidente que estaban adornando un desaguisado.

Miami blindado
ALCA: Miami blindado.

Fueron los funcionarios los únicos ganadores visibles en la cita ministerial. Hay que reconocerles su triunfo. No se produjeron graves disturbios, arrestos masivos y destrucción de la propiedad. No reinó el caos y la violencia. La cumbre ministerial logró un acuerdo, a diferencia de la reunión de la Organización Mundial del Comercio celebrada en Cancún, que terminó en un rotundo fracaso. Se puso de manifiesto la capacidad de Miami para celebrar estos eventos. Es más, se destacó que es un área privilegiada para lograr la sede del acuerdo. La imagen de la ciudad no se vio empañada con escenas de miles o cientos de manifestantes causando destrucción y reprimidos brutalmente.

Todos estos logros evidentes no deben impedir ver lo que no se consiguió. En primer lugar, la posibilidad de lograr un acuerdo de largo alcance se diluyó aún más. La cumbre logró más posponiendo que avanzando. El camino iniciado con el planteamiento de un acuerdo "a la carta", donde cada país podrá aceptar compromisos en algunos aspectos, descartando otros, amenaza con ser tan amplio que al final no habrá acuerdo alguno.

Todavía continúa vigente la idea de que los países que desean beneficios tienen que aceptar las discusiones en todas las áreas, pero la vía a las concesiones amenaza con convertir las negociaciones en otra "Hoja de Ruta": un papel que no sirve para ir a parte alguna. Hasta ahora, los acuerdos múltiples o bilaterales tienen mayores posibilidades de triunfo que un pacto global, pero para eso, por supuesto, no hace falta el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA).

El gran triunfador en la reunión fue Brasil. El enfrentamiento entre Washington y Brasilia amenaza con reiterar en Miami el fiasco de Cancún. Quedó claro que sin Estados Unidos no hay ALCA, pero sin Brasil tampoco. La mayor autonomía latinoamericana, con Brasil a la cabeza, puede terminar erosionando las posibilidades de Miami como sede permanente de la organización. Hay grandes posibilidades de que se busque establecer la misma fuera de Estados Unidos. Ciudad de Panamá es un contendiente muy fuerte —quizá demasiado fuerte. A los conocidos factores que actúan en contra de Miami —costos elevados y demoras en la emisión de visados, entre otros— se uniría una cuestión de imagen. Cada vez más Panamá apunta como el candidato favorito.

La sede del ALCA bien vale el esfuerzo, pero los políticos locales deben valorar muy bien el precio de los sacrificios. Por lo pronto, los comerciantes de Miami fueron los principales perjudicados durante la reunión. Las pérdidas ocasionadas por días de negocios cerrados y establecimientos vacíos no se compensan con discursos de funcionarios llamando a la paciencia. Esta celebración recordó cuando en La Habana se realizaban reuniones internacionales por cualquier motivo, que no resolvían nada y no beneficiaban en modo alguno las vidas de los cubanos, quienes tenían que enfrentar mayor represión, más sitios cerrados al público y peor comida.

Durante varios días el downtown tomó las características de una ciudad policial, con los agentes del orden convertidos en una tropa similar a la que aparece bajo el mando de Darth Vader en Star Wars y el jefe John Timoney transformado en un general romano en bicicleta. Durante mucho tiempo se nos estuvo preparando para la debacle.

Los comisionados de la ciudad se preocuparon infatigablemente en otorgar amplios poderes para reprimir. La policía invitó a la prensa a marchar a su lado, pero cuando los reporteros trataron de buscar la información desde la otra esquina no siempre fueron bien recibidos (como muestra con datos precisos el artículo del periodista Wilfredo Cancio, publicado en El Nuevo Herald el 22 de noviembre). No hay mucho mérito en mantener el orden a cambio de no dejar moverse a la población. Los regímenes totalitarios lo consiguen relativamente fácil. Fidel Castro, por ejemplo, cuenta con una larga experiencia y un historial "intachable" de ausencia de protestas y desórdenes callejeros.

La presencia policial fue abrumadora, intimidante y excesiva. Una protesta estudiantil de unos 100 manifestantes, frente a una tienda de ropa, contó con la presencia de 200 policías, muchos de ellos con bastones y trajes antimotines. ¿Se perdió algún mapa de Bagdad en la oficina del alcalde? Por favor, no estamos en Irak. Los contribuyentes y los mismos comerciantes que tuvieron grandes pérdidas tendrán ahora que pagar por ese exceso. Lo peor fue que quienes quisieron expresar su desacuerdo de forma pacífica, la inmensa mayoría, vieron restringidos sus derechos. Las barricadas policiales impidieron a sindicalistas de la AFL-CIO participar en la marcha y en el acto del jueves 20.

A los funcionarios que escogieron las metáforas gastronómicas para disfrazar los logros de la reunión del ALCA se les olvidó añadir que varios de los que asistieron a las protestas sólo sintieron la irritación de la pimienta. Al fin y al cabo, ellos estaban demasiado alejados de la calle para importarles.

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