www.cubaencuentro.com Jueves, 05 de febrero de 2004

 
  Parte 1/2
 
Fronteras de la diplomacia
La mediterraneidad de Bolivia y su conflicto con Chile: ¿Quién colabora y quién perjudica?
por MIGUEL CABRERA PEñA, Santiago de Chile
 

El áspero debate en la Cumbre Extraordinaria de Monterrey entre los presidentes de Bolivia y Chile se veía venir. Desde que su colega Hugo Chávez expresara su sueño de "bañarse en una playa boliviana", el dilema de la mediterraneidad de este último país retornaba, con arideces nuevas, a la palestra internacional.

Hugo Chávez
Presidentes Lagos (Chile), Chávez (Venezuela).

El sesgo turístico que le dio Chávez al tema en la Cumbre Iberoamericana de noviembre pasado levantó epítetos nada halagüeños en la prensa austral y en los más variados sectores políticos y populares. Se llegó a hablar incluso de la animosidad existente entre Ricardo Lagos y el mandatario venezolano. Este último —a quien la diplomacia incomoda como ropa fuera de talla— reiteraría en varias ocasiones su dicho de corte vacacional.

La Moneda, a poco, llamaría a su embajador en Caracas y otro tanto haría la diplomacia venezolana con su ministro en Santiago. Las relaciones entre ambos continúan sin recomponerse.

Días antes de los pronunciamientos de Chávez, Kofi Annan, secretario general de la ONU, dijo a la prensa en Chile sobre la necesidad de que se negocie una salida al mar para Bolivia, que perdió sus costas en 1879 en la Guerra del Pacífico. La seriedad con que Annan planteó el problema favoreció que voces relevantes, en particular dentro del partido socialista de Lagos, abogaran por un esfuerzo para sortear los obstáculos que inficionan el añejo diferendo.

Mientras Chávez repetía su contradictorio sueño (no es una playa lo que necesita Bolivia, sino una bahía por donde sacar al mundo sus mercaderías), el presidente de esta nación, Carlos Mesa, aprovechaba la coyuntura para poner al rojo vivo la controversia.

Si por un lado es justo que Bolivia posea una apertura al mar, tampoco debe colocarse su mediterraneidad, según suele plantearse en La Paz, como clave de los gravísimos problemas políticos, de gobernabilidad, institucionales y económicos que enfrenta un país en cuyo seno el 60 por ciento de la población vive sumida en la pobreza.

Aunque en la nación altiplánica se asegura que el costo por la falta de un puerto es estratosférico, una entidad seria como la CEPAL afirmó en un estudio de julio pasado que oscila sobre el 0,25 por ciento del Producto Interno Bruto. Pocos dudan, por otro lado, que una de las mayores incidencias en el deplorable estado social de Bolivia tiene una de sus raíces en la corrupción. Un informe de Transparencia Internacional ubica al país en el lugar 106 entre 133 naciones, de acuerdo con un estudio de 2003.

La crisis boliviana tuvo su cúspide cuando el presidente Gonzalo Sánchez de Losada fue destituido, gracias a la coaligación de diversas fuerzas políticas. Fue en aquellos convulsos momentos cuando se vino realmente abajo la exportación del gas que yace en el subsuelo de ese territorio sudamericano, donde se habían puesto grandes esperanzas de desarrollo.

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