www.cubaencuentro.com Martes, 30 de marzo de 2004

 
  Parte 2/2
 
Venezuela: La oposición debe ofrecer una visión inclusiva
por MARIFELI PéREZ-STABLE, Miami
 

Hacia finales de los noventa el ingreso per cápita por concepto del petróleo caía en picada, la productividad era un 50% menor que en 1978, y el número de venezolanos que vivía en la pobreza se triplicaba. Al igual que el sistema político, la economía nacional, sencillamente, se había destruido. Chávez ganó las elecciones por una ciudadanía abrumadora llena de furia, frustración y esperanza.

Los últimos cinco años han agravado seriamente la polarización que afligía a la sociedad venezolana antes de 1998. El colapso político y económico ya ha corroído el terreno común que unía a los venezolanos, así como la confianza requerida para formas de gobierno democráticas. Entraron en conflicto dos alternativas políticas.

- La de Chávez con dos vías. Por un lado, apostó desde el principio por acumular a su favor las reglas del compromiso político, logradas en la Constitución que se aprobara en 1999. Por otro, se dedicó, desde su llegada al poder, y más recientemente con mayor ahínco, a construir una base de poder paralela a las instituciones existentes.

La política populista se encuentra en el corazón del chavismo. Los discursos emitidos por radio semanalmente constituyen la línea primordial que establece el presidente para comunicarse con el 25 ó 30% de la población que lo apoya. Sumidos en la mayor de las miserias, estos venezolanos han forjado un vínculo emocional con Chávez, que al parecer resulta inmune al empeoramiento de su situación. Los más leales se han enrolado en milicias dirigidas personalmente por el presidente.

- La otra alternativa se encuentra en manos de la oposición, que cuenta con ciudadanos, instituciones y lo mejor de lo que fuera anteriormente motivo de orgullo: la democracia venezolana. Desafortunadamente, el núcleo de los opositores a Chávez —cerca del 35% según recientes encuestas a la opinión pública— se ve acosado por problemas, el más obvio de los cuales es el fallido golpe de Estado de 2002. Sus filas se ven menoscabadas por divisiones y todavía no ha surgido ningún líder natural. La desesperación puede llevar a este núcleo por un inexplorado camino de confrontaciones cada vez mayores que no promete nada bueno.

La solución a este impasse de Venezuela bien podría radicar en el casi 40% de venezolanos que no están a favor ni en contra de Chávez, los llamados "ni-ni". A pesar de la implosión del viejo sistema político, la ciudadanía todavía guarda en gran estima la democracia, valora la moderación y rechaza la violencia. El chavismo no puede sobrevivir al margen de estos venezolanos: su política contradice una perdurable cultura política imbuida de valores cívicos.

La oposición pudiera influir en los "ni-ni", pero sólo si reconoce sus antiguos fracasos y ofrece una visión inclusiva, afirmativa, pues está claro que enfrentarse a Chávez no es suficiente. No hay manera de exagerar la incógnita a la que se enfrenta la oposición venezolana.

Un gobierno democrático renovado depende de que se restaure la confianza, las garantías y el compromiso como divisa fuerte de la política. Chávez no está interesado en ello, pero la oposición podrá muy bien situarse por encima de la pelea, sólo si abraza dicha restauración. Apelar al importante 40% e incluso a los chavistas moderados constituye una prioridad vital.

Entretanto, Venezuela seguirá en los titulares.

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