De seguro, una noticia nada agradable para La Habana, que espera ansiosamente al ex guerrillero para sumar un nuevo "frente de combate" en la región.

Schafik Handal, candidato opositor del FMLN.

Ahora Handal comienza a echar mano a cualquier argumento victimista en la recta final de la campaña. Ha acusado al gobierno de intentar asesinarle, además de arremeter contra la prensa local con insultos y descalificaciones.

Su programa de gobierno, dice, intentará "sacar al país de la crisis económica, reducir drásticamente la pobreza y profundizar y ampliar la democracia". Asimismo, ha asegurado "respeto a la propiedad privada y a la libertad de culto".

La posible irrupción de un gobierno del FMLN ha supuesto una nueva preocupación en las filas castrenses. Los altos cargos temen que Handal derogue la Ley General de Amnistía de 1993, que exime de responsabilidad a cientos de militares participantes en la guerra civil salvadoreña. Para ellos, lo recomendable es mantener la ley, una posición no descabellada si se tiene en cuenta que aún el panorama democrático del país no se ha consolidado y que una "cacería de brujas" en estos momentos podría desembocar en una nueva guerra. Quizás en un futuro, en mejores condiciones democráticas, pueda comenzarse a juzgar el pasado.

Pero más allá de los extremos ideológicos tradicionales, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) advierte en su informe de 2003 que "la legitimidad electoral en El Salvador se ha deteriorado sensiblemente en los últimos nueve años", hasta el punto que el porcentaje de preferencia por la democracia es uno de los más bajos de Latinoamérica (sólo por encima de los correspondientes a Paraguay y Colombia).

El PNUD criticó que "hoy la gente de derecha está más a la derecha y la de izquierda más a la izquierda que años atrás". Esa radicalización pudiera ser extremadamente negativa en el sostenimiento de las políticas sociales y económicas, en una ciudadanía que no siente todavía el suficiente aprecio por los valores de la democracia.

A menos de unas horas para las elecciones generales, el camino de Antonio Saca (ARENA) parece libre, aunque el resultado podría ser reñido. Si gana el FMLN —hecho aún posible—, el Comandante podrá pasearse por las calles de San Salvador, de la mano de Handal, con baño de multitudes incluido.

En días en que Castro parece demasiado preocupado por la suerte de los 1.300 soldados centroamericanos en la posguerra iraquí (entre ellos, los salvadoreños), e intenta congraciarse con el democráticamente electo presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero, por el legítimo deseo de retirar las tropas de su país de Irak, la historia reciente de El Salvador cobra vigencia.

El culpable supremo del intervencionismo militar cubano en Latinoamérica y África pretende ahora dar lecciones de pacifismo. "Usted está involucrado en la muerte de muchos salvadoreños", le dijo Francisco Flores a Castro en la Cumbre Iberoamericana de Panamá para marcar una postura nacional frente al terrorismo revolucionario cubano que décadas atrás dominó la región. Lo que le dirá Handal —uno de los protagonistas de aquel conflicto bélico— es previsible, aunque siempre los analistas podrían quedarse cortos.