Según el régimen de La Habana, es la Unión Europea la que tiene que rectificar, después de que aprobó en junio del pasado año un conjunto de sanciones políticas al gobierno de la Isla, que incluían limitar las visitas gubernamentales de alto nivel, reducir la participación oficial en las manifestaciones culturales e invitar a disidentes a las embajadas en sus fiestas nacionales.

Esto último molestó mucho al gobierno cubano, que trató de meter cuña entre las misiones diplomáticas de la UE acreditadas en Cuba, aprovechando que Bélgica, Portugal y Grecia no habían cumplido con las invitaciones a los disidentes.

Pero, el pasado 25 de marzo, después del cambio de gobierno en Atenas, una nutrida representación de la oposición interna cubana acudió a la recepción ofrecida por la embajada griega en La Habana. Era la primera vez que sucedía.

¿Se incorporarán a esta medida los nuevos 10 Estados miembros de la Unión Europea? Si así fuese, los funcionarios cubanos tendrían menos oportunidades de penetrar la vida interna de las sedes diplomáticas, ya que Castro no les permite asistir y mezclarse con los disidentes.

Pérez Roque insiste en que es la UE la que tiene que rectificar, pero olvida la génesis de las medidas adoptadas por los otrora Quince, en junio pasado.

Debía recordar hechos significativos: el 14 de marzo de 2003 concluyó la visita a Cuba del comisario europeo para el Desarrollo y la Ayuda Humanitaria, Poul Nielson. Unas semanas antes había sido inaugurada la sede de la representación de la UE en La Habana. Parecía avanzarse hacia un diálogo político. Sin embargo, pocas horas después de la partida de Nielson se puso en marcha la operación para detener a los 75 disidentes y periodistas independientes, sometidos a juicios sumarios y condenados a 1.475 años de cárcel.

Días más tarde, se anunciaba el fusilamiento de tres jóvenes que habían intentado secuestrar una lanchita para el transporte de pasajeros en la Bahía de La Habana. Si de algo hay que acordarse en todo este proceso, es de que fue el gobierno de Fidel Castro el que tiró la primera piedra. ¿Acaso creyeron que podían hacerlo y evitar las consecuencias?

En lo que se refiere a las relaciones entre Cuba y la UE, el tema del momento es si Fidel Castro asistirá a la III Cumbre entre la Unión Europea, América Latina y el Caribe, que se realizará en la ciudad mexicana de Guadalajara los días 28 y 29 de mayo. El gobernante cubano sólo estuvo en la I Cumbre, en Río de Janeiro, en junio de 1999. La II Cumbre fue en Madrid, con Aznar en la presidencia del gobierno español, y entonces presidió la delegación Carlos Lage.

¿Asistirá Castro ahora a la Cumbre de México? Algunos especulan que podría hacerlo, pues los partidos de izquierda movilizarían a sus simpatizantes, quienes intentarían dejar en ridículo al presidente Vicente Fox. Un aviso en su propio terreno, como recordatorio de todas las dificultades que Castro puede crear a los gobiernos mexicanos, si persisten en denunciar las violaciones de los derechos humanos en Cuba.

Al margen de las maniobras que Fidel Castro pueda estar pensando para el futuro, la realidad es que la mejoría de las relaciones entre Cuba y la Unión Europea no parece cercana en la agenda.

A corto plazo, todo indica que mantienen su vigencia las declaraciones de Pérez Roque, del 7 de abril: "No existen condiciones para replantearse el tema". Los principales culpables de esta situación se encuentran en La Habana. El inmovilismo del régimen impide cualquier acercamiento.

Los europeos están hastiados de los desplantes de Castro, la mayoría de los nuevos Estados miembros de la UE conocen muy bien, por experiencia propia, lo que significa un régimen totalitario comunista. Y, además, Rodríguez Zapatero mantiene muy buenas relaciones con el ex presidente socialista Felipe González, quien se conoce al dedillo las artimañas del líder máximo cubano. Además, el nuevo jefe del gobierno español ha sido hasta ahora fiel a los principios y estuvo entre los primeros en condenar, de forma vehemente, los juicios sumarios en La Habana y las penas contra los disidentes pacíficos.