Se diferencian en el carácter. Bush es intuitivo, Kerry intelectual. La imagen del primero es juvenil, desenfadada. La del segundo es sosegada, reflexiva. El presidente tiende a resumir tanto sus exposiciones que las convierte en fórmulas simplistas. El candidato es tan analítico que tiende a enredarse en sus propios razonamientos.
El fuerte de Bush es el miedo al terrorismo. El fuerte de Kerry es el hueco en los bolsillos de los estadounidenses, la silenciosa crisis económica. El demócrata acusa a Bush de ser el primer presidente en 72 años que pierde empleos, de encontrar un superávit de 5,6 billones de dólares y convertirlo en déficit.
El republicano acusa al demócrata de querer socializar la economía y éste censura el egoísmo capitalista de aquel. Los republicanos creen que el hombre es responsable de sí mismo, hasta sus últimas consecuencias, que mientras menos se meta el Estado en la vida de la gente, mejor. Los demócratas proclaman que el Estado debe crear mecanismos de justicia social.
Salud e inmigración
Para los inmigrantes indocumentados, Bush propuso conceder estatus de residencia temporal, pero no permanente, a millones de "ilegales". Y señaló que no es una amnistía, que no se puede premiar a los que violaron la Ley. Kerry promete legalizar a los indocumentados presentes, y restaurarles los beneficios de Asistencia Social, al tiempo que fortalecerá las fronteras, y revisará los tratados de libre comercio.
Frente a una población cada vez más preocupada por la salud y los planes de retiro, Kerry advirtió que 40 millones no tiene seguro médico, y que cinco millones más han perdido sus seguros desde que Bush asumió el poder. Y promete mayor equidad y justicia para quienes no pueden sufragar un seguro de salud y una seguridad social privada.
Bush acusó el plan de su oponente de demagogia fiscal, que costaría 5.000 billones a los contribuyentes. Insiste en que todo el mundo debería poder escoger un plan de salud que satisfaga sus necesidades a un precio razonable, y en modernizar el programa Medicare para que proporcione a los ancianos las medicinas, sin que el gobierno les dicte las que deben elegir.
Los muestreos coinciden en que los republicanos continúan a la cabeza en asuntos de terrorismo y seguridad nacional. Mientras los demócratas presiden los temas de economía, salud y asistencia social.
¿Estados Unidos se ha polarizado políticamente? No tanto gentleman, no tanto. Son dos cuñas de un mismo palo. Parecieran estar muy lejos unos de otros en sus concepciones, pero ambos, republicanos y demócratas, defienden el sueño americano. Un sueño que viaja en potentes SUV de ocho cilindros, movidos por petróleo árabe. Un sueño alcanzable, según el riesgo de cada individuo, y su capacidad para hacer dinero, pero un sueño en peligro, atascado en una guerra larga contra un terrorismo remoto e incomprensible (ni Bush, ni Kerry nos explican por qué tantos países nos odian).
El planeta entero no quita los ojos de la campaña presidencial estadounidense. Si los ciudadanos del mundo pudieran votar, George W. Bush (el presidente estadounidense número 43, y el más rechazado internacionalmente de todos los tiempos) perdería abrumadoramente las elecciones.
Pero Estados Unidos es simplemente otra cosa. Tan simple, que la mitad de los estadounidenses con derecho al voto no acudirá a las urnas. Viven en su limbo. No les interesa quien gobierne su país. Salga quien salga, su vida no cambiará. Confían en su democracia, en sus instituciones, en su SUV de ocho cilindros. Le toca a la otra mitad decidir si el instinto de supervivencia puede más que el bolsillo. |