www.cubaencuentro.com Viernes, 13 de mayo de 2005

 
  Parte 1/2
 
Insulza ante el desafío
La 'silla vacía' de La Habana: ¿Debe la OEA implementar una agenda de diálogo con todos los sectores de la realidad cubana?
por ANA JULIA FAYA, Ottawa
 

A raíz de las discusiones relacionadas con la elección del nuevo secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), el tema de Cuba ha vuelto a resurgir en el organismo regional. De hecho, aunque el gobierno de la Isla fue expulsado en 1962, cada cierto tiempo retorna como el "ausente presente" de la institución, toda vez que sus Estados miembros promueven la discusión del caso cubano, oficial u oficiosamente, a tono con las particularidades de las relaciones interestatales del continente en cada momento.

J. M. Insulza
José Miguel Insulza (izq.), secretario general electo de la OEA, y Luigi R. Einaudi, secretario interino.

Por razones de su activa participación política en el hemisferio, a pesar de la decisión de expulsión tomada en Punta del Este, la discusión sobre Cuba se ha mantenido en la OEA y ha polarizado a amigos y a no tan amigos de Estados Unidos, a amigos de Castro y a no tan amigos de él. Esa fue la situación en los años setenta, cuando fueron levantadas las sanciones diplomáticas contra la Isla y una pléyade de nuevos Estados caribeños establecieron relaciones con La Habana.

Esa fue la situación también de los años ochenta, cuando el asunto de la readmisión de Cuba en el organismo regional fue considerado por el Grupo de Río de forma paralela; igualmente en los noventa, cuando comenzaban las discusiones para lo que posteriormente fue la Carta Democrática Interamericana y el gobierno de La Habana era el único que no formaba parte del sistema interamericano.

Es decir, el hecho de que La Habana tenga "su silla vacía" en la OEA no quiere decir que Cuba pase inadvertida para sus miembros; ya sea porque tiene alianzas políticas de diferente gradación —como las sostenidas con varios gobiernos del Caribe y con Venezuela—; o por diversas gradaciones de conflicto, como evidencian las relaciones con Estados Unidos y ahora con México.

Explorar el caso cubano

Considerar que la OEA no tiene nada que hacer con Cuba porque, 1) la vigencia de la Carta Democrática impide la admisión de un gobierno como el que rige en la Isla, donde se violan los principios que le dan sustento a este instrumento jurídico de la OEA; o 2) inducir a la discusión del caso cubano movería a claras divisiones entre sus Estados miembros, sería darle la espalda a un asunto que, de hecho, está presente y que en el futuro inmediato entrará de lleno en la agenda interamericana, una vez que se inicie la transición en la Isla.

Es por ello que desde ahora la OEA debería crear los mecanismos necesarios para comenzar la exploración del caso cubano. Sea del agrado o no de Fidel Castro, esta institución con vinculaciones a Naciones Unidas continúa siendo un organismo único en el mundo, donde se reúnen los gobiernos de todo un continente, junto al de una potencia como Estados Unidos. En la actualidad, además, a diferencia de los años cincuenta y sesenta, su agenda responde principalmente a la actuación de sus miembros latinoamericanos y caribeños y de Canadá, y a la actividad e influencia que desde la década de los noventa ejercen los foros paralelos de la sociedad civil regional.

En las actuales circunstancias continentales, y de Cuba, José Miguel Insulza, el nuevo secretario general de la institución, deberá enfrentar varios retos, entre ellos, las insuficiencias de la Carta Interamericana en su aplicación ante casos de violación, o amenazas de violación, de los principios democráticos de los Estados miembros de la OEA, de lo cual el caso reciente de Ecuador o el de Venezuela son ejemplos de cuánto falta por hacer.

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