www.cubaencuentro.com Viernes, 28 de octubre de 2005

 
  Parte 4/4
 
Dominios y rivalidades
Una historia de las transiciones: Turquía e Irán están enfrascados en una competencia por dominar el puente petrolero de Asia Central hacia Europa y Estados Unidos.
por JUAN F. BENEMELIS, Miami
 

Las ambiciones a largo plazo de la Gran Persia poco tienen que ver con el Islam y sí mucho con la posición regional histórica persa como superpoder regional. Irán se halla en una feroz competencia con Turquía por el petróleo y las rutas de transportación. Mientras Turquía busca sacar ventajas de la explosión petrolera de Asia Central, con caminos y oleoductos orientados en dirección este-oeste, es decir, de Asia Central, a través del Cáucaso, hacia Anatolia y el Mediterráneo, Irán vislumbra un corredor petrolero norte-sur con un ferrocarril y una supercarretera desde Asjabad, la capital de Turkmenistán, hacia la ciudad iraní sureña de Meshed, y de ahí a través del desierto hasta el Golfo Pérsico. Otra ruta norte-sur programada por Irán sale de las costas del Mar Caspio hasta los bordes de Irán con Azerbaiyán.

Una historia de las transiciones
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Son los inestables y violentos conflictos en el Cáucaso (el de Armenia con Azerbaiyán, y el de Rusia en Chechenia y Georgia) los que conspiran en contra de Turquía y a favor de los intereses iraníes. Si Turquía puede establecer un oleoducto a través de las comarcas de su enemigo histórico, Armenia, y si la norteña Azerbaiyán, con sus reservas petroleras vírgenes, se transforma en un imán económico para los millones de turcos azeríes de Irán, ello afectará el futuro iraní y el comercio regional en mayor medida que el conflicto árabe-israelí, o el de los musulmanes en los Balcanes. Irán piensa que tiene la ventaja de ser el puente petrolero de Asia Central hacia Europa y Estados Unidos, al considerar que Turquía confronta el total rechazo de los armenios.

Los chiítas del norte de Irán han apoyado a los musulmanes turcos de Azerbaiyán en su lucha contra los cristianos ortodoxos de Armenia. Pero los shiítas temen la expansión del Estado de Azerbaiyán, ya que, como persas, su lealtad se halla al lado de sus también hermanos indoeuropeos armenios, que han sido sus aliados históricos tradicionales contra los turcos.

Una victoria de Azerbaiyán ayudaría a Turquía y pondría en peligro a Irán. Asimismo, los chiítas de Irán son leales a los palestinos, pero los intereses iraníes se hallan al lado de los judíos, quienes han sido amigos históricos de los persas desde los tiempos de Ciro el Grande. Complicando este cruce de lealtades, los chiitas iraníes apoyan los intereses de Irán al lado de los tayikos, también de origen persa, en las confrontaciones de Tayikistán con los pueblos turcos musulmanes de Asia Central.

Más que un Estado, Irán es un imperio amorfo. El factor más sensible para Irán es su temor de que los turco-azeríes, pobladores del norte de su país, se determinen a fusionarse con sus hermanos azeríes de Azerbaiyán. Pero este es un viejo problema. En la actualidad, tal posibilidad depende del resultado del actual conflicto entre Armenia y el norte de Azerbaiyán, y si esta última explotará pacíficamente sus descomunales reservas petroleras, atrayendo a los turco-azeríes de Irán.

Así, las paralelas de la historia no han cambiado en su esencia en el último par de milenios, donde los pueblos de Asia Central siempre han estado en conflicto con los de las planicies iraníes y los del Cáucaso, ya fuesen los bizantinos contra los persas sasánidas, o los turcos otomanos contra los persas safavides.

Quizás Irán esté evolucionando, al igual que otras culturas políticas, hacia algo que no es autoritario ni democrático, ni organizado como el Estado a que estamos acostumbrados. El Irán del futuro podría parecerse al de los mapas persas de 1760, con demarcaciones imprecisas y regiones borrosas con nombres tales como Kurdistán, Beluquistán o Tartaria.

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