www.cubaencuentro.com Jueves, 20 de marzo de 2003

 
  Parte 1/4
 
Estados y fronteras
El Medio Oriente y su herencia del colonialismo: problemas fronterizos, territoriales y de nacionalidad.
por JUAN F. BENEMELIS, Miami
 

El problema de las fronteras es otro tema de incomprensión entre la cultura islámica y el Occidente. En el Medio Oriente el Estado fue un mecanismo impuesto por los europeos, que ahora permite a una tribu dominar a otra en un grado anteriormente imposible.
Soldados
Soldados del Partido Democrático del Kurdistán Iraquí entrenan en el norte de Irak. ¿Esperanzas de una nación Kurda, independiente de Estambul y de Bagdad, al término del conflicto?
Para un occidental, el Estado coincide con la nación, no así para un islámico, pues los Estados son creaciones artificiales, como los de Kuwait, Jordania, Líbano e Irak. A veces se olvida que el Medio Oriente ha heredado del colonialismo un terrible legado de problemas fronterizos, territoriales y de nacionalidades. Los países y grupos étnicos del mundo islámico, más que en cualquier otra región, han sido piezas de los duelos y maniobras de las potencias mundiales.

En otras palabras, muchos de los Estados del Medio Oriente —Egipto es la excepción— no deben su existencia a sus propios pueblos, o a un desarrollo orgánico a partir de una memoria histórica, étnica, cultural o lingüística, y no emergieron a partir de un contrato social entre gobernantes y gobernados. Sus estructuras y fronteras fueron diseñadas a la usanza europea por la pluma imperial de Inglaterra y Francia, a partir de los despojos del imperio otomano, para servir a sus políticas exteriores, a la transportación, el comercio, las comunicaciones y las necesidades energéticas. Esta es la razón para entender la movida de Irak contra Kuwait, la de dibujar un nuevo mapa político, nuevos países que reemplacen a los creados por el acuerdo anglo-francés Sykes-Picot de 1916, que desmembró al imperio otomano.

El káiser Guillermo II fraguó el propósito de entrar hasta el Golfo Árabe mediante un ferrocarril de Berlín a Bagdad; pero Londres lo obstruyó creando al Irak, un Estado tapón arrebatado a Estambul, que además asimiló la zona petrolera de Mosul. Mediante el acuerdo secreto Sykes-Picot en 1916, Inglaterra y Francia se repartieron el carcomido imperio otomano; sólo Egipto e Irán quedaron intocados. El imperio otomano y aquellas porciones de él que cayeron en manos de Occidente, estaban regidos en principio por minorías cuyos intereses locales los aliaban al poder colonial. En los años veinte, los bordes fronterizos del Medio Oriente fueron trazados una noche, a lápiz en un mapamundi, por un Sir Percy Cox totalmente ebrio, en una tienda en el desierto arábigo, tras meses de negociaciones infructuosas. Así nacieron, protegidas por Francia, las repúblicas de Siria y Líbano, y por Inglaterra, los Hachemita de Transjordania. La fragmentación anglo-francesa del Creciente Fértil se compensó con la unificación de la Península Árabe bajo el pro inglés Ibn-Saud.

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