Las autoridades iraquíes comenzaron a aplicar drásticas medidas de seguridad para evitar que los insurgentes logren su objetivo de hacer fracasar las elecciones del domingo, informó Reuters.

Las fronteras terrestres están cerradas desde este viernes, y los viajes entre provincias también están prohibidos.

Se ha anunciado además un toque de queda ampliado en la mayoría de las ciudades, desde las siete de la tarde hasta las seis de la mañana del día siguiente.

En los comicios se elegirá a una Asamblea Nacional de 275 miembros que supervisará la redacción de una constitución permanente.

La votación ya comenzó para los iraquíes que viven en el extranjero. En Australia, grupos de iraquíes bailaban en las calles, mostrando orgullosamente la tinta azul de sus dedos que demostraba que habían depositado sus votos.

La seguridad era estricta en los puestos de votación en Siria, Jordania y Turquía. La policía impedía el tráfico con cortes de calles. Guardias con detectores de metales registraban a todos los que ingresaban en esos lugares de votación.

Sigue la violencia a pesar de las medidas

Pese a las extremas medidas de seguridad en Irak, un coche bomba explotó el viernes en el sur de Bagdad cerca de una comisaría. La policía dijo que cuatro civiles murieron.

Otro coche bomba explotó, poco después, no muy lejos de una escuela que era utilizada como centro de votación.

Al menos 48 iraquíes y siete soldados norteamericanos han muerto en ataques de los insurgentes durante los últimos tres días.

El miércoles, 30 marines estadounidenses perdieron la vida en un accidente de helicóptero: el incidente más sangriento para los militares de Estados Unidos desde la invasión.

Los extremistas amenazan con atacar los comicios

El presidente estadounidense, George W. Bush, ha instado a que los iraquíes "desafíen a los terroristas" y voten en las primeras elecciones del país desde que la invasión lanzada por Washington derrocara a Sadam Husein en abril de 2003.

Pero el líder de Al Qaeda en Irak, el extremista jordano Abu Musab al-Zarqawi, ha amenazado con ataques contra centros de votación, y ha condenado a los chiítas iraquíes, la mayoría de los cuales respaldan la elección.

La marca de tinta en los dedos de los que votan podría convertirlos en blancos más fáciles de identificar.

El ministro iraquí de seguridad nacional dijo que dos lugartenientes de Zarqawi habían sido arrestados recientemente, incluido el jefe de operaciones del grupo en Bagdad. Sin embargo, los insurgentes siguen lanzando ataques diarios contra las fuerzas de seguridad y los centros de votación.

Los ataques han causado frecuentes cortes de energía, escasez de combustible e interrupciones de la provisión de agua, perjudicando las esperanzas norteamericanas de que la reconstrucción pueda ganar la voluntad de los iraquíes.

La votación es un punto de inflexión en el plan estadounidense para convertir a Irak, de una dictadura, en una democracia. Pero también genera el riesgo de empeorar la insurgencia, aumentando el distanciamiento de los árabes sunitas —que son minoría—.

Eso a su vez podría fomentar la violencia sectaria. El 60 por ciento de la población iraquí es chiíta, un segmento que había estado oprimido durante décadas bajo el gobierno de Sadam, y que reforzaría su nuevo predominio político a través de las urnas.

Una alianza de candidatos que anteriormente eran guiados por el principal clérigo chiíta de Irak, el ayatolá Ali al-Sistani, casi con seguridad obtendría la mayor cantidad de votos.

Varios de los principales partidos árabes sunitas llamaron a un boicot contra las elecciones, diciendo que la insurgencia rampante en territorio sunita impide que esa población pueda votar.