www.cubaencuentro.com Jueves, 20 de marzo de 2003

 
  Parte 2/2
 
Morro en el morral
Donde robar es luchar, resolver, buscarse, donde la delación se hace rutina, donde todo vale, están en juego las bases de la identidad nacional.
por JOSé H. FERNáNDEZ, La Habana
 

De más está decir que cunde el pánico. Y no es para menos, ya que en la Isla parece imposible vivir apegado cien por cien a la legislación estatal. Esa propia legislación, y el sistema que la dicta, franquean, imponen, su violación.

Por una parte, está el individuo desesperado a quien no le queda otro camino que comprar medicamentos en bolsa negra. Por la otra, está el farmacéutico que no puede dar de comer a su familia con lo que gana, así que acapara el medicamento que llega a la farmacia para especular a cuenta y riesgo. Acá se encuentra la madre en busca agónica de yogurt para su niño delicado del estómago. Al frente, el empleado de la fábrica que produce yogurt para personajes o sitios privilegiados y que no tiene dinero para comprarse un pantalón. En esta esquina, el que precisa transportarse con apuro, el fumador, el que padece hambre. En la otra, el que posee un automóvil y lo alquila sin licencia para sobrevivir, el que vende su cuota de cigarros al menudeo, el bodeguero, el panadero, el carnicero. Acá, el que trabaja en un almacén, una shopping, un centro turístico, viendo pasar por sus manos, sin escala, tantos enseres y alimentos de primera necesidad. Allí, el que se agenció quizá ilegalmente unos pesos de más con tal de hacer válido su derecho a esos enseres y alimentos. La lista podría extenderse hasta lo inaudito. En estos predios, donde la decencia había sido proverbial, sólo conserva hoy un cierto atractivo el tipo de empleo en que la gente puede "buscarse" algo, sean flores destinadas a una corona fúnebre, alcohol para alambiques clandestinos, aceite requemado de freír croquetas en una cafetería, o chícharos para alargar el café. Lo que no se usa, se vende o se trueca "por la izquierda", así que todo vale.

A tono con la aplastante rueda de las circunstancias, el término robar ha sido sustituido aquí por luchar, resolver, buscarse. La prostituta, el tránsfuga adinerado, el traficante de altura, el gerente de dos caras, malversador y cruel, son vistos por sus vecinos con secreta envidia, o admiración, o roña, o los tres sentimientos mezclados. En tanto, los pejes gordos llevan, a ojos vista, un tren de vida que no se corresponde con sus sueldos formales; y los hijos de papá viajan libremente por el mundo, son derrochadores e intocables, escogen a gusto sus carreras universitarias, sus residencias, sus sitios turísticos de preferencia, sus autos y sus médicos de cabecera. Todo dentro del más estricto apego a la ley.

La misma legislación que ahora ampara y propicia los allanamientos, legitima que cualquier pelagatos con pasaporte extranjero venga y plante en la Isla una empresa mixta u otro tipo de negocio, a la vez que a ningún cubano se le permite hacerlo. Esa legislación aprueba desde las regulaciones más irritantes hasta las más corrientes (por cotidianas, no por normales). Desde el hecho de que las personas que trabajan en entidades con capital del exterior cobren salarios de miseria, que les paga el Estado, mientras que éste dispone impunemente de su verdadero salario, el que paga la firma empresarial; hasta otros detalles "menores"; digamos, por ejemplo, que las cifras de ganancias netas que obtienen los mercados estatales en divisas por la venta de cada producto llegan a sobrepasar el doscientos por ciento; o que cualquier ciudadano humilde está obligado a pagar varios cientos de dólares por los trámites para que el Gobierno le permita viajar a otro país; o que a una persona que le compró peso a peso un auto al Estado se le prohíba venderle a otra persona ese auto, y aun su propia casa, con el correspondiente traspaso legal de propiedad; o que las autoridades educacionales del país hagan valer el lema "la Universidad es sólo para los revolucionarios"; o que simplemente la aduana se tome el derecho de confiscar unas cajas de libros donados desde el exterior para el naciente sistema de bibliotecas independientes de la Isla.

"Quien no tiene para camisa no compra corbata", advierte el refranero. "El que pueda entender que entienda", dijo Jesús. Aquí sólo se refrendan los hechos. El resto es cuento chino y alegría de caballo capado.

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