www.cubaencuentro.com Jueves, 20 de marzo de 2003

 
  Parte 2/2
 
Tiro de gracia
La XII Feria Internacional del Libro de La Habana tuvo lugar en San Carlos de la Cabaña, escenario de múltiples fusilamientos tras el triunfo revolucionario de 1959.
por JUDIT PéREZ HERRERA, Madrid
 

La fortaleza de San Carlos de la Cabaña fue uno de los escenarios más siniestros de estos hechos. Durante 1959 Ernesto Guevara instauró su Comandancia en este emplazamiento, que ya contaba con el lamentable precedente de haber servido de paredón al poeta Juan Clemente Zenea. Hubo etapas en las que se fusiló todas las noches. Al filo de las nueve se encendían las luces de los fosos y comenzaban las ejecuciones, que ocasionalmente podían ser colectivas y prolongarse hasta el amanecer. ¿Cuántos nombres integraron las listas de los ejecutados en los fosos de La Cabaña? ¿Quién recuerda? La mayor parte de la población cubana nacida después del triunfo de la Revolución ha crecido ignorante de la realidad de estos crímenes. La memoria oficial ha intentado borrar de sus ficheros la sangrienta estadística de estos años, con su acápite de brutalidad y de sadismo. Los ecos del poder castrista no hacen mención de su compendio de torturas y celdas tapiadas, de escalofriantes requisas y bayonetazos y golpizas. ¿Quién recuerda? ¿Quién hablará sobre esto?

Hasta bien entrada la década del setenta La Cabaña continuó siendo uno de los más aterradores presidios políticos de la Isla, con una población de más de 3000 hombres que sobrevivían en condiciones infrahumanas, hacinados como bestias en reducidas galeras donde, en un espacio aproximado de veinte metros de largo por ocho de ancho, debían habitar 300 seres.

La crueldad del presidio político de estos tiempos no ha tenido paralelo en la historia de Cuba. Condiciones higiénicas y médicas casi inexistentes, crónica escasez de agua y alimentos, atrocidades y abusos inimaginables son algunas de las circunstancias que jalonan esta cara oculta de la Revolución Cubana. En sus memorias de la cárcel, el poeta Jorge Valls afirma:

"...Pero ni aún la noche era ocasión de descanso. Por el contrario, entonces empezaba la sesión de horrores. A las nueve o un poco después comenzaban las ejecuciones. Como el fondo de la galera, cerrado sólo por la reja, daba al foso donde se llevaban a cabo los fusilamientos, aunque desde donde yo estaba no podían verse, sí escuchábamos hasta los más mínimos ruidos. En el silencio de la noche y por las condiciones acústicas del foso se destacaban con nitidez escalofriante. Percibíamos cuando se encendía la luz, cuando el pelotón venía marchando, el carro en que traían al reo, cuando abrían la puerta y lo bajaban, cómo lo amarraban al poste, el último grito del preso, las voces de mando, el estampido, el tiro o los tiros de gracia (que en Cuba se fusila hasta con dos tiros de gracia o tantos como hagan falta), cuando se retiraba el pelotón y cuando se llevaban el cadáver, hasta el vuelo y el graznido de un pajarraco nocturno que venía a picotear las carnizas que quedaban en el palo o en el muro".

Recinto ferial

La Habana. Feria Internacional del Libro. Recinto ferial: San Carlos de la Cabaña. Un enjambre de cientos de personas hormiguean desde bien temprano por entre la multitud de stands donde innumerables editoriales de Cuba, América y Europa exhiben sus publicaciones. Se realizan encuentros de intelectuales con un interesado público en salas que han sido habilitadas para la ocasión. Un conocido escritor extranjero lanza su último título. Expresa que es feliz de presentarse al público cubano por primera vez en este paraje tan hermoso, donde el sol brilla y es perceptible la calidez de todos. Menudean las actividades dedicadas a poetas y escritores noveles. Largas colas se forman ante improvisados puestos que ofertan la nueva novela del nuevo novelista de moda. Son otorgados importantes reconocimientos a conocidos autores del país. Un maremagnum de latas de cerveza y refresco vacías, vasos plásticos, servilletas usadas, orla el cuidado césped. Se han improvisado confortables cafeterías al aire libre donde grandes, chicos y hasta un perro, se solazan. Nadie recuerda. Trasiego sin cesar por entre las galeras. Salgo a los patios. Observo la rigurosa estructura del foso. Mi memoria reverbera. Bajo el prolijo alarde de la restauración, imagino los muros desnudos. Toda esa gente que pulula con los ojos prendados de las brillantes encuadernaciones. Esa gente que se saluda, que parlotea, que sonríe. Que hojea con manos presurosas los textos que descienden de los anaqueles... no sabe. ¿No sabe? Ha olvidado. ¿Ha olvidado? Entro de nuevo. Bajo la fría bóveda imagino. Veinte metros por ocho. Escucho. Escucho la memoria tapiada de este lugar, la historia de sus muertos. Vuelve a escucharse el grito del pájaro en la noche.

Referencias
Memorias del secuestro
1. Inicio
2. La fortaleza...
   
 
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