www.cubaencuentro.com Martes, 13 de enero de 2004

 
  Parte 1/5
 
Hamlet, Ochoa y los voluntarios
Con el castrismo, la historia de Cuba ha acabado mordiéndose la cola, atrapada por el fantasma de los mitos nacionalistas en una petrificada tragicomedia shakespeareana.
por JORGE A. POMAR, Colonia
 

La comparación explícita entre represión colonial y castrista, hecha por Néstor Díaz de Villegas en Los voluntarios ha suscitado una acalorada polémica de la cual —cabe suponer— las cartas a Encuentro en la Red son la punta del iceberg. Con razón, porque de hecho se trata del to be or not to be, tanto del cubano de a pie como del "nomenclaturizado" a cualquier nivel de la jerarquía castrista; tanto del compatriota atrapado en su doble insularidad geográfica y política, como del emigrado que goza (en mayor o menor medida) de las ventajas de la sociedad de consumo.

Fidel Castro
Castro, el rey impostor.

Y aun de muchos exiliados, entendiendo por tales a aquellos que han abandonado la Isla por motivos políticos conscientes. La cuestión es tan existencial que hasta los intelectuales de la diáspora están separados en dos bandos: una minoría desafiante y una mayoría acomodaticia que pretende haber borrado de su agenda la cuestión nacional o adopta la postura redituable del francotirador que abre fuego a diestra y siniestra.

Frente al castrismo casi todos nos enfrentamos al dilema del príncipe danés Hamlet: Castro es el rey impostor Claudio (padrastro) que, al lavarse las manos por el presunto asesinato del rey y la usurpación del trono de Dinamarca (República) —desposándose con la reina viuda Gertrude, madre de Hamlet (patria)—, nos coloca instintivamente ante la disyuntiva de seguir la farsa o correr el riesgo de matar a la patria en el intento de deshacernos del patriarca.

A la manera del círculo trágico alrededor del general Arnaldo Ochoa, el príncipe danés se debate entre el sarcasmo y el miedo, entre el rencor hacia el rey y el amor a la reina, entre actuar y ser, o no actuar y no ser. De ahí que se exprese siempre en un lenguaje oblicuo, hable solo por los rincones, se haga el loco, intrigue con sus amigos…

Su doblez y suspicacia lo llevan a ultimar al intrigante chambelán Apolonio, su futuro suegro, causando por un lado la demencia y suicidio de la hija de éste, la dulce Ofelia, su amada, y granjeándose por el otro la hostilidad del hijo, su amigo y futuro cuñado Laertes (división familiar). Este último será el traidor, el voluntario azuzado por el monarca para deshacerse del recalcitrante príncipe. Sin embargo, la compulsión de Laertes apunta a la venganza de sangre. En el rol de voluntarios encajan mejor por su móvil clasista los dos asesinos de Macbeth, que a la pregunta de ese otro rey impostor se describen a sí mismos en los siguientes términos:

Asesino 2:

"Yo soy uno, mi señor/ a quien los viles golpes y/ embates del mundo/ han obstinado tanto que sería capaz/ de hacer cualquier cosa por agraviar al mundo".

Asesino 1:

"Y yo soy otro,/ tan harto de desastres y vapuleado por el destino/ que arriesgaría mi vida en cualquier lance/ con tal de enderezarla o librarme de ella".

Del autorretrato de ambos asesinos pueden extraerse tres impulsos discernibles: resentimiento clasista, predisposición al crimen como único medio de mejorar de condición y sometimiento incondicional al líder, expresado por el Asesino 1, quien jura a Macbeth: "Haremos lo que mande, mi señor".

Más adelante, en el mismo diálogo, Macbeth explica la necesidad de contratarlos: "…y aunque podría barrerlos de mi vista usando mi poder a cara descubierta…/ …no debo hacerlo/ por ciertos amigos que lo son a la vez suyos y míos". Para librarse de Banquo (y sus secuaces) sin perder la cara ante la opinión pública, recluta a la pareja de maleantes.

Salta a la vista que la función y el patrón de conducta de los asesinos es aplicable, por igual, a las turbas de Roma y a los voluntarios de la colonia española; a los camisas negras del Fascio italiano, las secciones de asalto (SA) de Röhm en Alemania, la "Porra" machadista, los chivatos batistianos, las Brigadas de Respuesta Rápida o los Círculos Bolivarianos de Hugo Chávez.

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