www.cubaencuentro.com Martes, 13 de enero de 2004

 
   
 
El futuro ya empezó
Por primera vez, numerosas e importantes voces internacionales plantaron cara al régimen en 2003. ¿Ha comenzado el despertar?
por ORIOL PUERTAS, La Habana
 

En algún momento de su vida, Martin Luther King se refirió a que lo peor del siglo XX no habían sido los crímenes de los malvados sino "el silencio escandaloso de las buenas personas". Sobraban ejemplos para pensar así. El antifascismo de la preguerra, por ejemplo, abundó en voces que para criticar a Hitler elogiaron a Stalin y para denunciar el Holocausto soslayaban el gulag.

Fidel Castro
'El silencio escandaloso de las buenas personas'.

Con singular crudeza, los cubanos han padecido a lo largo de más de cuatro décadas esos dislates de los aparentemente mejor informados. Buenas personas pudo llamarles el reverendo asesinado en Memphis. Tal vez los isleños no puedan hoy ser tan complacientes con quienes coquetearon —y todavía lo hacen— con el régimen más longevo de América.

Las muestras estaban ahí, al alcance de la vista, y eran suficientes para hacer dudar. Ahora parecen todavía más acertados aquellos que desde el mismo inicio apostaron por la democracia y no por la satrapía.

También de este lado los ejemplos sobran. Fidel Castro fue siempre autoritario. Desde muy joven. Si era necesaria una buena dosis de autoritarismo para ganar la guerra es agua de otra fuente. Lo cierto es que el descenso desde esos impulsos de la médula hacia lo más bajo del totalitarismo todavía se sufre, con el agravante de tener que soportar a estas alturas el contubernio de quienes viven en libertad y democracia y osan pedir a los cubanos que sigan aguantando.

Duele que no abunde gente como Hubert Matos. Su libro de memorias, Cómo llegó la noche, es el más desgarrador testimonio de la honestidad cubana. Nadie dudaría en proponer que sea el primer título a editar en las imprentas del futuro, las de la libertad, y que integre así las bibliotecas de todo cubano, para estigma de los verdugos. Y comenzar a hacerle justicia ante su pueblo, ahora engañado por otros seres que son la antítesis del héroe guerrillero que sólo quería volver a ser maestro.

Algo perverso anida en el fondo de quienes abrazan la personificación de un régimen como el castrista. De quienes justifican la represión firmando cartas a los que, por estar lejos, no pueden entender que sólo el miedo los conmina a dar un paso así. De quienes se suman a campañas internacionales, que muchos recursos cuestan al pueblo cubano, para exigir la liberación de cinco espías, y olvidan el dolor de cientos de familias divididas por la represión, la cárcel, la emigración y la muerte, especialmente de casi 80 opositores que no espiaban a nadie.

El año que se despidió fue como el comienzo de un ojalá no muy dilatado despertar. Numerosas voces se sumaron al coro acusador. Algunas de ellas eran muy importantes y por eso llamaron la atención, lo cual fue un golpe duro para el régimen. Hubiera sido el colmo de la distracción, luego de la mayor ola de detenciones contra disidentes en los últimos tiempos.

El conflicto en el Medio Oriente —con sus horribles secuelas humanas y la ausencia de derechos para, entre otros sectores, la mujer— y la notable desatención que algunas instituciones europeas brindan al candente conflicto político interno en una pequeña isla tropical, imposibilitaron que el Nobel de la Paz aportara un espaldarazo contundente a las alternativas opositoras, en la letra del Proyecto Varela y la figura de Oswaldo Payá.

En los próximos doce meses cifran los cubanos muchas y grandes esperanzas. Una de ellas tiene que ver con esa deuda que la comunidad internacional, cada vez menos desentendida de la situación en Cuba, ha contraído con el porvenir democrático de más de once millones de personas.

Es una lástima que cada nueva intervención pública del caudillo sea un tributo al engaño y al cinismo. Muy poco nos deja aún. Hace sólo unos días, los cubanos que no sufrían el apagón a esa hora pudieron escuchar cuando, desde un balneario venezolano, el Comandante respondía así a una pregunta de su entrevistador: "Tú quieres que te diga cómo está Cuba y yo te digo que Cuba está muy bien". Así, enfático: ¿El corralito? ¿Mis vasallos? "Muy bien". Los comentarios sobran.

Justamente cuando el régimen tiene otro motivo de celebración al llegar a su aniversario 45, los cubanos están más prestos a sepultar tanto odio, tanta miseria inhumana, tanta orfandad. Décadas de silencios y mutilaciones no les permitieron a muchos ver claro sobre aquello que sucedía ante sus ojos. Ahora han comenzado a escuchar voces que suenan más cercanas, ya no más distanciadas, ya no más distraídas. Confiemos en que otras irán sumándose. Es como si el futuro ya hubiera echado a andar.

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