www.cubaencuentro.com Martes, 13 de enero de 2004

 
  Parte 1/3
 
El clóset político
Enfermos, degenerados y desafectos: la trinidad del machismo revolucionario contra los homosexuales rebeldes.
por ALEJANDRO ARMENGOL, Miami
 

Hay un tema ausente, o al menos desconocido por mí, en la literatura cubana: la visión desde el clóset de un funcionario o personalidad vinculada al gobierno cubano, que por años no pudo declarar abiertamente su homosexualismo, aunque era evidente y todos lo sabían.

Reinaldo Arenas
Escritor Arenas, contrarrevolucionario por partida doble.

Asumir la identidad, desde el punto de vista de la preferencia sexual, se convirtió en una causa de disidencia en Cuba. Pero no siempre fue necesario aparentar lo contrario —también desde el punto de vista sexual—, sino convencer de que se era revolucionario. Aunque a nadie se le permitió gritar a los cuatro vientos que era maricón, a un grupo privilegiado se le permitió serlo sin problema.

Mientras abundan los relatos de los que sufrieron persecuciones y fueron marginados, merece también una novela la descripción de las complejidades y los temores de quienes disfrutaron de los beneficios del poder, pero al mismo tiempo sabían que su "defecto" podría ser esgrimido en cualquier momento, para ponerlos en apuro o arrancarles sus privilegios. Si alguien se decide a escribirla —o ya lo ha hecho—, tendrá que realizar una narración en varios planos. Sólo la ficción es capaz de mostrar la historia de una conducta que, de otra forma, se inclina a ser juzgada de hipócrita, cobarde y astuta, según el punto de vista de quien la escriba.

No me refiero simplemente al escritor, artista o funcionario que en determinado momento cayó en desgracia por sus preferencias sexuales para luego ser "reivindicado". Hablo del recuento de lo ocurrido al que nunca molestaron, que vivió de forma escurridiza aceptando una dualidad más o menos desafiante. Quien fue, al mismo tiempo, vencedor de las circunstancias y cautivo de no poder expresar a las claras su orientación sexual.

No fueron obligados a un matrimonio convencional, nunca tuvieron que fingir la voz o enderezar la mano. Representaron la discreción apenas contenida. Al final, la "loca" de Coppelia les ganó la partida literaria.

La represión a los homosexuales en Cuba tiene dos características que con frecuencia se confunden. Una es la más conocida: la persecución al ciudadano por sus preferencias sexuales. En esto el gobierno de la Isla no se diferenció de otros regímenes totalitarios. Hitler, por ejemplo, mandó a los campos de concentración a la mayoría de los homosexuales alemanes, quienes anteriormente habían conocido una época de abierta libertad sexual durante la República de Weimar. La creación de las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP) representó el ejemplo clásico, pero no el único: las condenas a prisión, las redadas, las vejaciones y las expulsiones se extendieron por un período que abarca antes y después de la existencia de la UMAP.

Durante los años de persecución declarada, predominaron dos actitudes ante los homosexuales: la línea dura consideraba que eran depravados; la vertiente liberal argumentaba que eran enfermos. En ambos casos, el Estado se consideraba en la obligación de actuar contra la "anormalidad".

El cambio vino no por voluntad gubernamental, fue impuesto por las circunstancias. En la crisis del Mariel, declararse homosexual —fuera verdad o mentira— equivalía a ser expulsado del país. Fue en ese momento que los maricones le ganaron la batalla a Fidel Castro. Hasta entonces el gobierno había intentado "curarlos" o "reformarlos". De ahí en adelante se declaró vencido.

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