www.cubaencuentro.com Viernes, 16 de enero de 2004

 
   
 
La magia de los números
Crecimiento económico en Cuba: puro ilusionismo verbal.
por LEONARDO CALVO CáRDENAS, La Habana
 

Tal parece que aburridos de sus recurrentes fracasos, nuestros dirigentes políticos y económicos han decidido cambiar de profesión. Sólo una súbita y seria afición por la magia y el ilusionismo explica que en las últimas semanas los señores Carlos Lage, vicepresidente del Consejo de Estado, y Osvaldo Martínez, a la sazón presidente de la Comisión Económica del sui géneris Parlamento, hayan hablado de crecimiento de la economía cubana en el presente año.

Para dudar de la veracidad de este atrevido acto de prestidigitación estadística, bastaría con palpar los rigores de la economía cotidiana. A la insuficiente cobertura de los productos racionados que entrega el gobierno, se suman los precios inaccesibles de
Familia cubana
Pinar del Río: ¿Quién dijo crecimiento?
los artículos y renglones de primera necesidad que llevan al cubano de a pie a no entender que el crecimiento y la recuperación de la economía signifique no tener recursos para alimentar decorosamente a su familia.

Pero también los resultados de la "gran economía" ponen en entredicho la veracidad de las afirmaciones oficiales. La industria turística, asumida en los últimos tiempos como la locomotora de la economía cubana, está viviendo un estancamiento con tendencia al retroceso, que hace diluir las esperanzas despertadas hace apenas una década. Una "locomotora" que se mueva hacia atrás muy poco puede aportar al esperado despegue de una economía, cuya crisis parece crónica.

La situación de los renglones tradicionales no es más alentadora. La industria azucarera, después de varios años de ser incosteable, ha sido prácticamente desmontada cerrando el ciclo bicentenario de nuestra otrora primera industria, sin olvidar que por temor a los impactos sociales de una medida tan drástica sin alternativas económicas, el gobierno cubano hace enormes erogaciones financieras para pagar los salarios de trabajadores que ya nada producen.

El tabaco, otra rama en la que hemos ejercido por siglos hegemonía mundial, ha sufrido también la pérdida de calidad y prestigio de sus marcas. ¿Quién hubiera imaginado que un día vendrían brasileros a producir en Cuba un cigarrillo de nombre Hollywood y que se vende en una moneda extranjera?

Poco alentadores son también los resultados de la producción agropecuaria, muy importantes por su tradicional peso específico en la economía. Las autoridades no se deciden a permitir la necesaria liberalización de la producción y el comercio, amén de que los diseños estatistas no dan los resultados largamente esperados. Aunque los dirigentes hablen de crecimientos productivos, si las ofertas estatales no aumentan y los precios en los mercados "libres" no bajan, muy poco aportará esta importante rama a la estabilidad de la economía familiar y nacional.

De manera inexplicable, lejos de utilizar los limitados recursos disponibles en recapitalizar  e impulsar la producción agropecuaria nacional, el gobierno cubano se ha embarcado en una escalada de multimillonarias compras —al contado— a productores norteamericanos. Una actitud con la cual han puesto los abastecimientos en manos de su sempiterno enemigo, hundido a sus acreedores en el más profundo desconcierto y, de paso, demostrado una muy pobre coherencia con su tradicional discurso "solidario y tercermundista" al legitimar con sus compras los polémicos subsidios estatales a la producción agrícola norteamericana que motivan por estos días irritación y enfrentamientos en los "países hermanos".

Lamentable es la situación actual de la incipiente iniciativa privada individual o familiar, conocida como trabajo por cuenta propia. Las leoninas medidas restrictivas e impuestos confiscatorios, la negativa gubernamental a otorgar nuevas licencias y los altos costos motivados por la no existencia de mercados mayoristas, han puesto en punto de liquidación lo que fue asumido hace unos años como una promisoria opción económica, estrechamente vinculada con las potencialidades productivas y creativas del pueblo cubano que el gobierno se empeña en maniatar.

Ni que decir de la precaria situación financiera. La desvalorización de la moneda es tal que en Cuba todo se vende en dólares o a precio de dólares. Lo que se une al desbalance que provoca el hecho insólito de que el único empleador, y a la vez comerciante mayoritario, pague en una moneda y venda en otra.

Tanto la interminable cadena de impagos que agobia el ámbito empresarial interno como la abultada deuda externa, a la que nuestros jerarcas económicos no hacen referencia alguna, penden como tambaleantes y amenazadoras espadas de Damocles sobre nuestra maltrecha economía.

Mientras esperamos que Castro se decida a reconocer el verdadero impacto de las remesas monetarias provenientes de Estados Unidos en la economía actual o a demostrar con argumentos sólidos y convincentes los resultados que preconizan, nos preguntamos a quién pretenden engañar con sus ensayos de magia estadística.

Los pacientes, y parece que resignados acreedores foráneos, saben que la solvencia y el crecimiento se demuestran con dinero y no con cifras frías e inprobables. Por su parte, el ciudadano cubano debe salir cada día a enfrentar los rigores de una realidad que no se puede esconder ni con el más exquisito y manipulador ilusionismo verbal.

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