www.cubaencuentro.com Martes, 30 de marzo de 2004

 
  Parte 2/3
 
La guerra de las encuestas
'Línea dura' en sondeos preelectorales de Florida: ¿La opinión del exilio cubano o la de los votantes republicanos en activo?
por ALEJANDRO ARMENGOL, Miami
 

Bajo esta premisa hay que analizar los datos publicados recientemente en la prensa de Miami y recogidos por las agencias de noticias.

Lo erróneo es decir que esta última encuesta representa la opinión de los exiliados en los condados de Miami-Dade y Broward. Esta afirmación no aparece en los resultados dados a conocer, ni ha sido hecha por los patrocinadores y los que llevaron a cabo la labor. El error es de quienes han querido utilizar los hallazgos como una confirmación de que el exilio —en su totalidad— favorece una "línea dura": apoya una confrontación armada contra Castro, se opone al levantamiento del embargo, los viajes a la Isla y la flexibilización de las sanciones. Lo incorrecto es otorgarle al sondeo un valor más allá de los fines electores con que fue realizado.

Porque de eso se trata: de demostrarles, tanto al presidente George W. Bush, como a su retador —supuestamente el senador John Kerry—, que los votantes cubanoamericanos no quieren un cambio en la política de enfrentamiento que por largos años ha caracterizado la relación de Washington con La Habana. Probar todo lo contrario. Afirmar que quienes acudirán a las urnas en noviembre elegirán a quien ellos estiman está dispuesto a sacar a Castro del poder por cualquier medio.

En este sentido, la encuesta está dirigida más al presidente Bush que al aspirante demócrata. La estrategia de Kerry respecto al voto cubanoamericano parece dedicada a captar al sector de estos electores que no se limitan a un tema único —la posición respecto a Castro—, sino que también consideran los aspectos que lo afectan como ciudadanos de este país.

De lograr la nominación —que a estas alturas parece tener asegurada—, Kerry hará énfasis en el segundo componente de la palabra "cubanoamericano". No es que esté dispuesto a desestimar el pronunciarse con firmeza contra Castro. A medida que avance la campaña tratará de hacer énfasis en sus ataques contra el régimen de La Habana y ya ha declarado que se opone al levantamiento del embargo. Pero su historial —que los republicanos ya han comenzado a explotar en el sur de la Florida— lo pone en evidencia como un político opuesto al reforzamiento del uso de las sanciones comerciales con el objetivo de lograr un cambio en la Isla. Kerry siempre ha favorecido los intercambios entre los ciudadanos a ambos lados del estrecho de la Florida —el famoso carril dos de la Ley Torricelli, ahora prácticamente abolido— como un recurso válido para hacer avanzar la democracia en Cuba.

El problema para el Partido Republicano es que una parte de los votantes cubanoamericanos no parece inclinada a otorgarle de forma automática su voto a Bush. Los resultados de la encuesta, precisamente, refuerzan este criterio.

Basta detenerse brevemente en las características demográficas de los que respondieron a la encuesta para comprobar este objetivo. El sondeo no se hizo entre quienes viven exiliados en Miami-Dade y Broward. Eso lo diferencia de otros anteriores. Los escogidos fueron ciudadanos norteamericanos que han votado al menos en una ocasión. No se trata de la opinión del exilio, sino de la opinión de los exiliados que votan.

La inmensa mayoría de los 600 entrevistados que completaron el cuestionario son mayores de 65 años (62%), prefirieron responder en español a las preguntas (90,2%), llegaron en los años sesenta (48%) y están afiliados al Partido Republicano (73%). Su opinión tiene valor en las urnas, pero su participación social y económica, tanto en una Cuba poscastrista como en Estados Unidos, es limitada.

La encuesta refleja una realidad conocida desde hace tiempo en Miami. Los electores cubanoamericanos son republicanos y eligen a los candidatos que priorizan en sus campañas políticas el tema cubano. Afirmar que este grupo representa la opinión del exilio es falso —desde el punto de vista social y económico—, pero real a la hora de ir a las urnas.

Este hecho se explica desde un punto de vista demográfico, no político. Hay dos aspectos a tomar en cuenta. El primero es que, a diferencia de lo que suele ocurrir en cualquier grupo migratorio —tras decenas de años de la llegada al nuevo país de residencia, sus miembros tienden a dispersarse y extenderse por toda la nación—, con los cubanos ocurre lo contrario. Miami es el punto lógico de atracción de muchos que desarrollaron parte de su vida —trabajaron y formaron una familia— en otros estados. Debido a condiciones climáticas y culturales, el exiliado cubano tiende a volver a Miami para vivir sus últimos años de vida y disfrutar de su retiro. Convertido en ciudadano norteamericano, regresa al sitio que fue su punto de entrada al país. En muchos casos nunca lo ha abandonado.

El segundo aspecto a tomar en consideración es que el mayor éxodo a Estados Unidos se produjo durante los años sesenta, algo que muchas veces se olvida, debido a la publicidad recibida por el puente marítimo Mariel-Cayo Hueso y la crisis de los balseros. Sólo el 6,1 por ciento de los entrevistados nació en Estados Unidos y apenas el 15,5 llegó después de 1980.

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