www.cubaencuentro.com Martes, 18 de mayo de 2004

 
  Parte 2/3
 
A los pies del 'Señor'
Panorama del protestantismo en Cuba: ¿Qué papel desempeñarían las denominaciones evangélicas en una transición, luego de la filiación castrista de algunos de sus líderes?
por VICENTE ECHERRI, Nueva Jersey
 

Pese a que algunas iglesias protestantes llevan más de un siglo establecidas en Cuba, y por mucho que se arraigaran en el país y por cubanos que hayan sido la mayoría de sus líderes, el protestantismo tiene una inescapable condición exógena, nos viene de fuera y, las primeras veces, en son de guerra.

J. Carter
Reverendo y diputado Raúl Suárez: 'No quieren entender lo este pueblo ha logrado en justicia social, igualdad, dignidad humana, solidaridad, soberanía e independencia'.

Valga apuntar, como dato curioso, que el primer oficio protestante que se celebra en la Isla lo preside el capellán del corsario francés Jacques de Sores, que asalta e incendia La Habana el 10 de julio de 1555. De Sores era hugonote, como lo era también su jefe, el almirante Coligny, jefe de la Armada Francesa, quien perecería años después en la matanza de San Bartolomé. Dos siglos más tarde, en 1743, durante la Guerra de la Oreja de Jenkins, la colonia inglesa que se establece con el nombre de Cumberland —no lejos de donde posteriormente se fundaría la ciudad de Guantánamo—, cuenta con un capellán anglicano, como anglicano ha de ser el culto no católico que se celebró en La Habana durante los once meses que duró la ocupación británica de la ciudad, entre 1762 y 1763.

Sería también un misionero anglicano, esta vez de la Iglesia Episcopal, el primero en establecer una misión permanente en Cuba. El Rdo. Edward Kenney, quien procedente de la diócesis de Filadelfia, llega a La Habana el 27 de noviembre de 1871, el mismo día en que el poder colonial ejecutaba a los ocho estudiantes de medicina.

Al principio, la obra episcopal en Cuba se limitaría a una capellanía para extranjeros; después, aprovechándose de una ley que garantizaba la libertad de cultos, comenzaron las primeras misiones en el país, y eso atrajo también a los metodistas. Al finalizar el siglo y producirse la intervención militar de Estados Unidos, Cuba se vuelve para casi todas las denominaciones protestantes del Norte, una tierra de misión: así llegan también presbiterianos, nazarenos, bautistas, cuáqueros.

A estos últimos estuvo muy ligado el presidente Tomás Estrada Palma que, si no llegó a ser miembro de esta denominación, como afirman algunos historiadores, era un amigo de "los amigos" —es decir, de La Sociedad de los Amigos, que es el nombre oficial de los cuáqueros—, desde sus tiempos de maestro en Central Valley, Nueva York. Hay constancia, además, de que Don Tomás bautizó a uno de sus hijos en la iglesia metodista de ese pueblo.

Con celo proselitista, casi todas las denominaciones protestantes norteamericanas enviaron sus misioneros a Cuba, que se fueron dividiendo los campos de misión y extendiéndose por todo el país. Posteriormente llegarían sectas menos tradicionales: Testigos de Jehová, Adventistas del Séptimo Día, Bando Evangélico de Gedeón y varios grupos pentecostales que ya crecían en vísperas del castrismo y que, pese a los muchos años de discriminación y persecución, muestran en la actualidad un cierto índice de pujanza.

Protestantismo, complicidad y transición

Ahora bien, ¿qué aporta el protestantismo a la sociedad cubana, o qué podría aportar en un proceso de transición hacia la democracia? Me atrevería a responder que el mayor aporte que los protestantes pueden aportar a Cuba, a la sociedad cubana, a este castrismo en vías de desintegración y a la democracia del futuro, es su propia visión fragmentada del mundo, su pluralidad, que es una derivación natural del concepto luterano del "libre examen".

Desde luego, el fanatismo sectario que le hace creer a muchos miembros de las distintas denominaciones que ellos son los poseedores de la verdad absoluta, contribuye a oscurecer o menoscabar el alcance o trascendencia de este aporte; para apreciarlo, hay que situarse afuera y percibir el fenómeno del protestantismo como lo que realmente es: una especie de plato roto en el que cada grupo o denominación tiene una astilla.

El concepto en sí mismo, es un buen antídoto contra el pensamiento único del totalitarismo marxista, que encuentra obvios puntos de afinidad en la estructura jerárquica y piramidal de la Iglesia de Roma. Es decir, la coexistencia misma de las denominaciones protestantes, sus diversos énfasis estarían llamados a ser, creo yo, una viva lección de pluralidad, del mismo modo que en sus formas de gobierno están más presentes las estructuras de la democracia representativa.

Sin embargo, no podría pasar por alto al considerar el protestantismo cubano y su posible contribución a la sociedad en que se produce y opera, el desairado papel de algunas denominaciones y organizaciones, como el otrora Consejo Ecuménico de Cuba —actual Consejo de Iglesias de Cuba—, que frente al régimen más despótico que ha padecido el país en su vida republicana ha optado por la abierta complicidad y el más abyecto colaboracionismo.

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