www.cubaencuentro.com Martes, 25 de mayo de 2004

 
  Parte 3/3
 
Todo por el dólar
¿Cuánto le importa la emigración al castrismo?
por ENRIQUE COLLAZO, Madrid
 

La alta dirigencia siempre ha pretendido escamotear la esencia eminentemente política de la emigración cubana al tipificarla como "de carácter estrictamente económico", equiparándola así con la de otros países subdesarrollados. Tal tergiversación refleja la profunda intolerancia y el desprecio que concita en la élite la respuesta migratoria de la población.

Las razones son sencillas y evidentes: los cubanos emigran por la falta de libertad y son víctimas de la imposición de una política económica concebida para empobrecerlos. A diferencia de otros grupos de inmigrantes, el cubano asume la categoría de político por cuanto su salida, como los obstáculos e impedimentos para su vuelta al país, lo condicionan de esta manera, y a ello ha dado lugar el propio régimen de manera deliberada.

El papel del exilio

En una gran parte de la sociedad cubana actual existe una profunda preocupación por el regreso de los cubanos establecidos en Estados Unidos, pues el discurso oficial demoniza sistemáticamente a la emigración, adjudicándole calificativos como "la mafia cubana de Miami", la cual, según este sermón, sigue interesada en recuperar sus propiedades, en perjuicio de los residentes en la Isla.

Esta burda propaganda, manipulada por el régimen gracias a su control sobre todos los medios informativos, aumenta el abismo entre Cuba y la diáspora, cuando lo más natural sería que las relaciones fluyeran con normalidad y que compartiéramos espacios comunes. Sin embargo, la posición gubernamental no exhibe la más mínima voluntad política de crear los espacios indispensables que permitan en un futuro la reconciliación nacional entre las dos Cuba. El dictador, fiel a su inveterada lógica partisana, continúa obstaculizando y condicionando sus relaciones con los exiliados en dependencia de las actitudes, opiniones y comportamientos de estos con respecto al poder.

Un objetivo esencial que contribuiría a reactivar poderosamente la economía cubana potenciando el papel del exilio en tal proceso, reside en permitir que los receptores de remesas pudieran fomentar con ellas la creación de la pequeña y mediana empresa privada. O sea, pasar del simple consumo a la reproducción, lo cual es imprescindible para la reconstrucción del país. Sin embargo, para que una apertura de esta naturaleza tenga lugar, sería necesaria una elevada voluntad política con respecto a la reestructuración que urge emprender, requisito que no se dará mientras Castro permanezca en el poder.

Constituye una afrenta a la dignidad nacional que la Ley de Inversión Extranjera, aprobada por la Asamblea Nacional en 1995, prohíba a los residentes cubanos ser propietarios de sus propios negocios, mientras que abre las puertas del país a potenciales exiliados inversionistas.

La marginación y la vil manipulación de la que siempre ha sido objeto la emigración cubana, no debe hacernos perder de vista que el futuro del país pasa por la incorporación, como parte del mismo, de la mayor parte de los 1,3 millones de cubanos que viven en extramuros.

Conferencias como la que esta próxima a efectuarse en La Habana, son claramente excluyentes y no representan los genuinos intereses de la inmensa mayoría de la emigración cubana, ya que no existe un interés político real por parte del poder en convertir el tema migratorio en una de las líneas prioritarias del quehacer nacional.

Mientras tales reuniones no vayan acompañadas del profundo convencimiento de que ningún sector o grupo de individuos tiene derecho a erigirse en único intérprete de la voluntad nacional, sino que la patria es de todos y cada uno, independientemente de su país de residencia y su manera de pensar, no se podrá avanzar en el camino hacia una reconciliación nacional que propicie un reencuentro cívico y democrático en Cuba y entre todos los cubanos.

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