www.cubaencuentro.com Jueves, 27 de mayo de 2004

 
  Parte 3/3
 
Hacia el cambio sin cambio
¿Actúa el embargo norteamericano como un dique de contención contra la marea del totalitarismo?
por ARMANDO AñEL, Warwick
 

El modelo Deng, que nadie se engañe, continúa subordinando la economía a la política, transcurrido más de un cuarto de siglo de su implantación. Basa su éxito en las condiciones de semiesclavitud desde las que la población acude a un mercado de trabajo en el que el empresariado extranjero, desaprensivamente, invierte con ventaja. Como en Cuba, en China los derechos laborales, casi todos los derechos, penden de la soga de la ideología oficial —pendiente, a su vez, de los tirones de la clase gobernante—, mientras "el Estado controla el mercado y el mercado guía a las empresas". Mientras Occidente mira para otro lado.

Reunion
Emigrados en La Habana: ¿Un llamado a la sucesión financiada por el 'enemigo'?

Un panorama elogiado por el propio Fidel Castro durante su última visita al sudeste asiático: los empresarios, "extranjeros como regla y de rígidas normas de administración capitalista, [invierten] en un país comunista, que cobra impuestos, distribuye ingresos, crea empleos, desarrolla la educación y la salud, [una] revolución humana por excelencia". Y ya se sabe lo que significan, en el muy particular dialecto castrista, "distribución de ingresos", "revolución humana" y otras yerbas por el estilo.

En este sentido, el crecimiento del PIB chino durante las últimas décadas revela la ineficacia de la economía abierta, en tanto instrumento de transición, si —como ocurre en China y como se encargarían de que ocurriera en Cuba Castro y sus herederos— no se hace acompañar de reformas políticas de calado. Todo esto habrá sido convenientemente sopesado por La Habana, dispuesta a adaptar y/o condicionar la fórmula del cambio sin cambio a un entorno culturalmente en las antípodas.

Celebrada hace pocos días en la capital de la Isla, la III Conferencia La Nación y la Emigración —a la que acudió lo más granado de la emigración procastrista— sirvió para adelantar algunas de las variantes que tiene en mente el gobierno con vistas a una sucesión financiada por los dineros del enemigo. En representación de Castro, el canciller Felipe Pérez Roque invitaba a la comunidad emigrada a invertir en Cuba, convencido de poder manejar a su antojo los resortes del sistema tras el levantamiento de las sanciones comerciales.

Los desesperados esfuerzos del régimen cubano por acceder activamente al mercado estadounidense, marcan la madurez de esta apuesta de futuro. Se persiguen barquitos de papel al alcance de quienes desagüen el río del embargo: la perpetuación de una clase dirigente egresada, o no, de las escuelas del Partido; la instauración de un capitalismo de Estado a lo chino, retocado por las particularidades que son del caso; el control de esta suerte de híbrido postcomunista a partir de los réditos de una economía aupada por el capital foráneo y la mano de obra cautiva; el establecimiento de niveles de jerarquización social aún más acentuados y dependientes del biberón estatal; la eliminación total de la disidencia pública.

Un gato demasiado ornamental para el gusto de algunos, pero que, parafraseando a Deng, también puede cazar ratones.

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