www.cubaencuentro.com Jueves, 08 de julio de 2004

 
  Parte 1/2
 
Embargar el embargo
¿Vale la pena seguir martillando con una herramienta inútil?
por ALEJANDRO ARMENGOL, Miami
 

Una y otra vez la defensa del embargo de Estados Unidos hacia Cuba demuestra el flanco más débil del exilio: el aferrarse irracionalmente a una estrategia caduca.

Granjero
Granjero norteamericano en La Habana.

La mayoría de las razones actuales para el levantamiento del embargo son malintencionadas en sus pronunciamientos y lógicas en su práctica. Detrás de ellas se encuentran intereses comerciales que no sólo buscan vender unos cuantos artículos. Su interés también es poner en claro un principio: los embargos comerciales no tienen cabida en una nación que propugna la economía global y el liberalismo económico.

Tanto Europa como Canadá y México desarrollan una política mercantilista con Cuba, que a los ojos de algunos exiliados resulta tan criticable o más que el embargo. Sus empresarios han contado con el apoyo de sus países respectivos y con las bondades de un comercio restringido, donde sus productos se pasean libres de la competencia norteamericana.

Hay que tener en cuenta, por otra parte, que todos estos países le han pagado a Estados Unidos con la misma moneda que éste aplica en otros mercados, sólo que en sentido inverso. Desde hace bastante tiempo, los comerciantes y granjeros norteamericanos están decididos a no quedarse fuera del reparto. Si no han avanzado mucho en sus propósitos se debe a dos razones fundamentales. La primera es que la permanencia del embargo continúa formando parte de una agenda electoral —tanto del Partido Republicano como del Demócrata—, porque constituye uno de los pocos incentivos que pueden ofrecer a los votantes cubanoamericanos.

Hasta tanto no se conozca que se ha producido un cambio en la actitud de quienes llegaron a este país y adquirieron el derecho al voto, ningún político se atreverá a incluir el fin de las sanciones entre las medidas para ganarse la urna cubana. El segundo aspecto que favorece el mantenimiento del statu quo comercial con la Isla es que se trata de un mercado menor. Si Cuba fuera China, ya hace rato no habría embargo.

El cazador de crisis

La valoración positiva del embargo encierra por lo general dos equívocos: una subordinación mecanicista de la política a la economía, que se traduce en aplicar un criterio estrecho al caso cubano. Repetir aquello de "lo bueno que tiene esto es lo malo que se está poniendo". Fidel Castro es un gobernante, no un empresario. Un político que se mueve mejor en las situaciones de crisis que en las épocas de "bonanza".

Pongo las comillas porque el régimen nunca ha conocido ni le ha interesado establecer en la Isla un período de "vacas gordas". Si bien es cierto que éste limita cualquier pequeña apertura económica en cuanto adquiere mayores ingresos, no se pueden equiparar libertades económicas y políticas, a partir de que ambas son necesarias. El desarrollo de la disidencia en Cuba obedece a un desgaste político, no económico. Abogar por libertades económicas no sustituye sino complementa la lucha por los derechos ciudadanos.

El segundo error es hacer depender la evolución política del país de una medida económica. El embargo es una medida adoptada por Estados Unidos, no una creación de los opositores a Castro. Su mantenimiento depende de los intereses políticos norteamericanos —nacionales e internacionales.

Hay que recordar en este sentido que la medida no cuenta con el apoyo del pueblo norteamericano. Una encuesta realizada por la prestigiosa firma Zogby, en septiembre del pasado año, encontró que la mayoría de los norteamericanos se oponen al embargo. ¿Hasta cuándo podrá ser ignorada esta opinión? Por lo menos durante este año electoral.

Además, con la guerra de Irak, los precios del petróleo y el terrorismo internacional ya tiene bastantes preocupaciones la ciudadanía de este país. De nuevo la poca importancia de la cuestión actúa en favor de su permanencia.

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