www.cubaencuentro.com Jueves, 08 de julio de 2004

 
  Parte 1/3
 
Cuba no es sólo La Habana
¿Cuál es la solución para quienes han padecido, en las provincias de la Isla, la pobreza y el desamparo multiplicados por dos?
por ENRIQUE COLLAZO, Madrid
 

Para una parte importante de la comunidad académica que sistemáticamente se ha ocupado de investigar los orígenes del nacionalismo radical y la revolución cubana, una de las causas que provocó el apoyo de la población oriental a la guerrilla rebelde se encuentra en la diferenciación entre la capital y las regiones del este del país.

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Esta corriente de pensamiento hace hincapié en la enorme desproporción en el ritmo de crecimiento y en diversos indicadores económicos y sociales que existía entre La Habana y el extremo oriental de la Isla, y que provocó, como en 1868, su respuesta insurreccional. Desde otro ángulo, Rafael Rojas (El Arte de la Espera, Colibrí, Madrid, 1998) confirma esta tesis al señalar que Guillermo Cabrera Infante, Jacobo Machover, Pío E. Serrano y otros autores afirman que la epopeya castrista fue, también, una rebelión del atraso rural "contra esa Habana seductora y hierática, abierta a las voces del mundo y saturada de placeres y misterios".

Ciertamente, la Cuba precastrista exhibía un panorama cuajado de profundos contrastes, situación típica de un país subdesarrollado. Por una parte, una intensa dinámica de progreso económico dependiente servía de base a un impetuoso desarrollo de las élites urbanas con su corolario de publicistas e intelectuales.

Cuba se encontraba entre los cinco primeros países de América Latina en indicadores tales como urbanización, alfabetización, ingreso per cápita, mortalidad infantil y esperanza de vida. Cuba era un país líder en la introducción y la difusión de nuevas tecnologías en los medios masivos de comunicación y telecomunicaciones. Llegó a tener un televisor por cada 25 habitantes, una edición de periódico por cada 8 y un teléfono por cada 38.

Algunos investigadores definen la sociedad cubana prerrevolucionaria como de clase media; este sector agrupaba casi 180.000 profesionales, administradores y ejecutivos, cerca del 10% de la población económicamente activa. Las 203 asociaciones de las profesiones liberales eran organizaciones de la clase media y ésta, además, no paraba de crecer. De acuerdo con Marifeli Pérez-Stable (La revolución cubana. Orígenes, desarrollo y legado, Colibrí, Madrid, 1998), "importantes sectores de la clase sindicalizada, especialmente en La Habana y en las más modernas empresas industriales, suponían también una ayuda potencial para la renovación del capitalismo dependiente".

Números Cuba adentro

Empero, la modernidad cubana ocultaba acusadas desproporciones entre el medio rural y el urbano. Entre la población rural, el analfabetismo era casi cuatro veces mayor y la matrícula escolar de las edades comprendidas entre los 5 y los 14 años era de menos de la mitad; mientras, los logros en educación y cultura en las ciudades eran mucho más significativos. Por otra parte, los trabajadores agrícolas tenían un déficit diario de 1.000 calorías y estaban situados un 16% por debajo de la media en estatura y peso. El 60% de los médicos, el 62% de los dentistas y el 80% de las camas de hospital estaban en La Habana.

Los índices de calidad de vida expresaban igualmente tales diferencias. La mayoría de la población rural carecía de agua corriente (85%), de servicios sanitarios dentro o fuera de la vivienda (54%), de electricidad (93%) y de refrigerador (96%), y era más normal que sus viviendas se encontraran en condiciones precarias (26%), o que no estuvieran construidas con materiales sólidos. La inmensa brecha entre La Habana y el resto del país era aún mayor.

Casi un 25% de la población vivía en la provincia de La Habana, principalmente en la ciudad. La capital poseía casi el 50% de la totalidad de la industria, incluyendo ocho de las catorce plantas con más de 500 obreros. Los habaneros tenían más probabilidades de superar el tercer grado y de obtener algún nivel de educación primaria intermedia (52%), y representaban la mayor parte de los graduados de estudios secundarios (60%), de escuelas de oficios (50%) y de estudios universitarios (70%).

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