www.cubaencuentro.com Jueves, 08 de julio de 2004

 
  Parte 1/2
 
El dilema de Vicente Fox
¿Será capaz el gobierno mexicano de soportar la embestida de Castro en medio de un debate preelectoral?
por GILBERTO CALDERóN ROMO, México D.F.
 

El canciller mexicano Luis Ernesto Derbez informó que irá a La Habana el 18 de julio próximo, con el propósito expreso de recomponer las maltrechas relaciones entre su país y Cuba. Quién sabe hasta dónde consiga su objetivo, pero se da por seguro que —haga lo que haga— las cosas no volverán a ser como antes. Y es que entre los gobiernos de las dos naciones han surgido discrepancias de fondo que no van a terminarse mientras no varíen aspectos sustanciales de sus políticas interna y externa.

Vicente Fox
Presidente mexicano Fox; primera dama Martha Sahagún.

Para empezar, La Habana no tiene voluntad de pagar los 400 millones de dólares que adeuda a los aztecas, y éstos acaban de ganar una interdicción judicial internacional que los autoriza a embargar 30 millones de dólares a la empresa telefónica ETECSA, a fin de recuperar algo de lo perdido en sus operaciones financieras con el castrismo.

Las grandes empresas mexicanas no invirtieron en la Isla durante la apertura de la década pasada, a causa de las restricciones impuestas por la Ley Helms-Burton. Los pequeños empresarios que lo hicieron están sufriendo las consecuencias de su osadía, al no recibir los pagos que les corresponden. Eso en lo que respecta a los temas económicos.

En materia de política, lo que duele a Fidel Castro es que el gobierno de Vicente Fox haya decidido poner un "hasta aquí" a los interminables privilegios que aquél disfrutaba en el territorio mexicano. Los oficiales del castrismo tenían en su embajada un santuario para operaciones continentales de espionaje y una plataforma para cabildear e influir en todos los escalones de la burocracia azteca, partidos políticos incluidos.

Era tal la permisividad, que actuaban a la luz del día y como si estuvieran operando en la Isla. Sin autorización de nadie se llevan a estudiantes para la Escuela Latinoamericana de Medicina y movilizan huestes en las colonias marginales en contra de posiciones gubernamentales. Todavía se recuerda la irrupción, en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (noviembre de 2002), de un grupo de "intelectuales" encabezados por Eliades Acosta. Las cosas llegan al grado de que en México se reconoce que a Fidel Castro le fascina participar en el juego democrático, pero claro, fuera de la Isla.

El doble agente

A partir de 1959, el embrujo ideológico del castrismo primitivo sirvió de base para sustentar un trato privilegiado de los funcionarios mexicanos hacia los cubanos, con muy escasas y esporádicas muestras de reciprocidad. Se arguyó que la relación con Cuba permitía a México lograr un margen de maniobra ante la arrogancia del imperio norteamericano, pero ese espacio siempre fue simbólico y se expresó en algunas manifestaciones retóricas de los presidentes priístas —mayormente Luis Echeverría y José López Portillo— que, eventualmente, pretendieron encabezar banderas del Tercer Mundo; pero en el terreno de los hechos, la economía mexicana fue tan dependiente de la norteamericana antes como ahora.

Echeverría —furibundo castrista— fue acusado por el ex agente de la CIA, Philip Agge, de ser corresponsal de esa oficina, versión que nunca desmintió. En el discurso era antiimperialista y, en la práctica, estaba a las órdenes del espionaje de Langley, de tal suerte que no servía de mucho a México cerrar los ojos ante las atrocidades del castrismo (UMAP, Caso Padilla, etc.).

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