www.cubaencuentro.com Jueves, 08 de julio de 2004

 
  Parte 1/2
 
El camino del colapso
¿Se encamina Cuba hacia una nueva revolución?
por JOAQUíN VILLALOBOS, Oxford
 

Luego de la caída del Muro de Berlín, muchos pronosticaron el fin del régimen cubano. Sin embargo, a pesar de la terrible crisis económica que esto implicó, Fidel Castro, en aquel momento, seguía siendo políticamente fuerte.

M. V. Portal
Periodista Vázquez Portal: 'No abandonaré la Isla a menos que me obliguen. Mi decisión es ver el final de la película'.

Ahora la situación económica de Cuba no es tan mala como en 1993, pero Castro es políticamente débil y, normalmente, es lo segundo y no lo primero lo que hace caer gobiernos.

En un reciente discurso, Fidel Castro dijo: "En Cuba cualquier ciudadano tiene la posibilidad de realizar estudios que lo conduzcan a la obtención de un título de doctor en Ciencias sin gastar un centavo". El problema es que a los cubanos ser doctores en ciencias no les sirve para ganar un centavo.

Cuba tiene la clase media más grande y educada, pero también la más pobre de toda Latinoamérica. No son los pobres quienes provocan las crisis políticas, éstos, en general, son conservadores y temen al cambio; sin embargo, el empobrecimiento brusco o la falta de oportunidades y libertades en las clases medias casi siempre deriva en revolución. De los cuatro millones que componen la población económicamente activa de Cuba, 700.000 tienen título universitario, 1.500.000 tienen nivel superior medio y uno de cada 50 cubanos es maestro. Esto ocurre en una sociedad en que los trabajos con mayores ingresos son de meseros, camareros y prostitutas.

La educación, por muy ideológica que pretenda ser, siempre desarrolla una conciencia crítica que se vuelve incompatible con un mundo de retórica y consignas. La libertad termina siendo así tan importante como la comida. Cuba es una potencia educativa, que es, al mismo tiempo, una potente bomba política; en otras palabras, el régimen se está volviendo víctima de sus propias conquistas, tal como ocurrió en Europa del Este.

¿Gusanos versus revolucionarios?

En el pasado, Castro resolvía este problema provocando la emigración de miles de opositores reales o potenciales a EE UU. Posiblemente, el gran progreso económico de la Florida en las últimas décadas tiene relación con los éxitos educativos de la revolución cubana. Los cubanos inmigrantes, a diferencia de los mexicanos o los salvadoreños, no son braceros, sino profesionales, y cuando menos, tienen noveno grado. La dificultad para Castro es que ahora ya no es posible otro Mariel como en los ochenta, ni otra estampida de balseros como en los noventa. El crecimiento de la oposición interna está, por lo tanto, a la vuelta de la esquina.

Al haber basado su defensa en la expulsión sistemática de millones de cubanos hacia la Florida, el régimen quedó atrapado en una paradoja, ya que esto no redujo, sino que aumentó la necesidad para Cuba de normalizar las relaciones con su archienemigo Estados Unidos.

Ya no se puede hablar de gusanos versus revolucionarios. Los cubanos que Castro separó son ahora dos poderosas fuerzas sociales que buscan y necesitan acercarse, y este es otro factor que abona al desarrollo de una crisis. Posiblemente en este siglo, Cuba y la Florida se terminarán integrando, y el puente de ese proceso serán los cubanos inmigrantes, algo similar a lo que va ocurriendo con México y Centroamérica.

Los indicadores sociales son el principal argumento de Castro para mostrar las ventajas de Cuba frente a las nacientes democracias latinoamericanas. Sin embargo, la distancia en ese terreno entre la Isla y Costa Rica no es mucha y los costarricenses no sólo no quieren irse de su país, sino que fueron capaces de asimilar a 500.000 nicaragüenses. El modelo cubano reprime el egoísmo y obliga a la solidaridad, la democracia no reprime el egoísmo, trata de vencerlo haciendo de la solidaridad un valor consciente a partir de la tolerancia, la aceptación de las diferencias y de avanzar despacio, pero seguro.

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