www.cubaencuentro.com Jueves, 27 de enero de 2005

 
  Parte 1/2
 
Arendt y el totalitarismo cubano
El papel de la disidencia interna en la transición: ¿Es la soledad organizada el mejor remedio contra la impotencia?
por JOSé PRATS SARIOL, México D.F.
 

En el prólogo a la primera edición norteamericana de Los orígenes del totalitarismo (1951) Hannah Arendt parece dirigirse a nosotros: "…aquellos para los que la impotencia ha sido la experiencia más importante de sus vidas". Según los últimos censos demográficos —composición por edades—, el 80% de los nacidos en el archipiélago somos destinatarios del mensaje.

D. Blanco
Damas de Blanco: menos miedo, menos impotencia.

¿Qué significa el fenómeno? ¿Cuáles son las principales consecuencias de la impotencia? ¿Cómo influirá en la transición? ¿De qué forma reducir sus efectos?

Significa derrota y dispersión. Y no debe edulcorarse bajo sustantivos amorosos, que en definitiva añadirían unas gotas de hipocresía diplomática y recordarían la demagogia del Departamento de Orientación Revolucionaria. Sus principales consecuencias son el remordimiento y la desconfianza, tal vez el rencor, algo de venganza.

Su influencia tras la caída de Castro será decisiva. Habrá un primer momento donde la impotencia seguirá como fantasma, costará trabajo reaccionar, sentirnos por primera vez potentes. Comenzar a ser potentes, en dependencia de cómo se produzca el fin del infierno caudillista, será tan o más complejo que restaurar la relación estímulo-trabajo o edificar una sociedad civil. No ilusionarse, sería tan tonto como confiar en la bondad de las transnacionales.

El miedo —causa central de la impotencia— no terminará con la clausura del Departamento de Seguridad del Estado y las cárceles, con el fin de los restos para fanfarrias de los Comité de Defensa de la Revolución. En las mentes de muchos, sobre todo los menos jóvenes, sobrevivirán por un tiempo el silencio sudoroso, la mirada hacia los lados y el techo, la evasiva temblorosa, el "no coger lucha" que tanto ha ayudado a la dictadura, fertilizado por un aparato represivo heredero de los bolcheviques leninistas, de la Gestapo nazi.

El síndrome del misterio

A pesar del progresivo desmoronamiento del aparato partidista y estatal, de la ruina económica, lo que Arendt refiere en el capítulo XII ("El totalitarismo en el poder") todavía tiene vigencia: "La única regla de la que todo el mundo puede estar seguro en un Estado totalitario es que, cuando más visibles son los organismos del gobierno, menos es su poder, y que cuanto menos se conoce como institución, más poderosa resultará ser en definitiva" (Taurus, Madrid, 1974, p. 495).

El mantenimiento del síndrome del misterio entre cuadros del Partido y funcionarios de la enorme nomenclatura estatal, pero sobre todo entre la oficialidad del MINFAR y el mismo MININT, avala la tesis de Hannah Arendt. Se sabe que adscrita al Grupo de Apoyo del Comandante en Jefe hay una sección de inteligencia. Se sabe que adscrita al ministro de la FAR hay otra. Se sospecha que además del equipo que atiende "Cuadros" en el Comité Central del Partido, hay un comando de investigaciones especiales que funciona bajo las órdenes del jefe de la escolta de Castro, personaje con más poder efectivo que un general de tropas o un secretario provincial del Partido, como se demostrara cuando el "Caso Ochoa" y las causas penales subsiguientes que "limpiaron" el Ministerio del Interior.

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