En un día poco feliz para su inteligencia, el ministro de Cultura Abel Prieto arremetió contra Raúl Rivero, Zoè Valdés y Guillermo Cabrera Infante.
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La deriva Prieto-Castro: ¿un callejón sin salida? |
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Con pocos argumentos, pasó de la bravuconería gansteril al discurso del inquisidor. Justificó la represión y defendió la censura. Dijo todo lo que no debe decir un funcionario invitado en un país extranjero. Dejó mal parado al gobierno que representa y pareció no importarle. Desgraciado el país cuyo rector cultural no es un policía: simplemente aspira al cargo.
Prieto dijo que los disidentes condenados en abril de 2003 habrían sido "asesinados en una cuneta" en otro país. Con ironía, al día siguiente, Rivero "agradeció el gesto tan gentil" que le ha permitido seguir vivo y residir ahora en España.
No era necesario que el ministro recordara la eficiencia de la maquinaria represiva cubana, que hasta el momento le ha permitido prescindir de las "desapariciones". Aunque, ¿no desaparecen los fusilados, no es un método eficaz de desaparición una condena de 28 años de prisión? Más importante para él fue tratar de establecer la diferencia entre un delito de opinión y el colaborar con el enemigo.
Es lógico pensar en actos de espionaje, terrorismo y sabotaje cuando se habla de "colaborar con el enemigo". No en el caso cubano. Para el régimen de La Habana, esta colaboración puede ser un acto tan simple como publicar una crónica en un periódico de Miami y España. Como en cualquier sociedad, el gobierno de la Isla se encarga de definir lo que es un delito. Lo que disgusta a sus funcionarios es que alguien en cualquier lugar del mundo se cuestione esa definición.
La guerra, según Prieto
"Vivimos una guerra terrible. Imaginen que España está en guerra con una potencia nuclear", dijo Prieto. Lo difícil de imaginar es que una nación está en guerra con otra y, al mismo tiempo, le compra alimentos a su enemigo, agasaja a los legisladores del bando contrario y celebra subastas de tabacos donde los principales invitados y compradores no vienen de una trinchera, sino viajan cómodamente al país anfitrión. Una guerra sin disparos y ataques, sin cañones y acorazados. Una contienda donde los únicos "barcos enemigos" que entran en aguas cubanas traen mercancías que se cargan en los puertos de la nación agresora.
Sin embargo, Cuba está en una "guerra", según Prieto, y no le queda más remedio que encarcelar a los "agentes" que luchan en favor del otro lado. Aunque esos agentes no se ocultan para realizar sus actividades. Gracias a que la revolución es "generosa", a veces son encarcelados a la luz del día.
En Cuba no ha habido una "ejecución extrajudicial" por el simple hecho de que no son necesarias. No hacen falta grupos paramilitares, guerra sucia y esbirros que actúen en las sombras. Cuando es necesario fusilar a alguien, se dicta la sentencia y asunto concluido. |