"¿Está la Unión Soviética instalando misiles nucleares en Cuba? ¿Si o no?". El embajador soviético Valerian Zorin en el Consejo de Seguridad trató de evadir la pregunta, pero no pudo escapar a la habilidad del embajador Adlai Stevenson. El presidente Kennedy afirmó que la credibilidad del embajador Stevenson fue uno de los mayores valores estadounidenses durante la Crisis de los Misiles. Era de una ética total. Unos meses antes, a raíz de la crisis de Playa Girón, Stevenson amenazó con renunciar cuando la CIA lo desinformó sobre los supuestos aviones "rebeldes" que bombardearon los aeropuertos cubanos y que en realidad eran parte de la brigada 2506.

Subsecretario de Estado norteamericano John Bolton, durante un conferencia de prensa en Naciones Unidas.

Todo esto lo recuerdo a propósito de las recientes audiencias para la designación de John Bolton como posible embajador de EE UU en la ONU, el mismo puesto que desempeñó Stevenson, y las recientes declaraciones en el exilio, e incluso por un opositor en la Isla, sobre una supuesta comunidad y continuidad de propósitos entre la invasión de Bahía de Cochinos y la actual lucha por la democracia en nuestro país.

La importancia de la honestidad

Los cubanos podemos aprender mucho de las audiencias congresionales de cualquier país democrático. Tales actividades muestran la importancia del control, por la rama legislativa, de las funciones ejecutivas en una democracia. Si tales actividades tocan temas referentes a Cuba, el aprendizaje es doble.

Las audiencias sobre la nominación de John Bolton en el senado de EE UU muestran cómo funciona ese balance. En tal aspecto, revelaron la conducta de personajes muy cercanos al tema cubano en Washington, que dicen luchar por nuestra democracia, mientras se comportan de manera macartista. Me refiero al propio Bolton, cuyo siniestro discurso en la Fundación Heritage saboteó la visita del presidente James Carter y el efecto de su discurso en el Aula Magna en La Habana, y a Otto Reich, de amplia fama por sus colosales fracasos diplomáticos en el hemisferio.

El balance que el congreso ejerce sobre la rama ejecutiva inspira y protege a muchos hombres honestos en EE UU. Un ejemplo de ética ciudadana ha sido la denuncia ante el Congreso de Carl Ford, ex subsecretario de Estado para Inteligencia y Análisis, sobre la conducta deleznable de John Bolton.

Ford desarrolló una brillante carrera de analista en la CIA, en las Fuerzas Armadas Norteamericanas, y finalmente, como subsecretario de Estado. Se define a sí mismo como un republicano leal, orgulloso de haber servido al presidente Bush bajo la dirección de Colin Powell. Ford, sin embargo, decidió denunciar el peligro de que gente como John Bolton sean promovidos, después de comportarse como abusadores en serie.

Resulta que Bolton trató de coaccionar y hasta remover de su empleo a un analista del Departamento de Estado, por discrepar acerca de la situación cubana. El analista, Christian Westernman, un veterano condecorado por servicios de guerra a Estados Unidos, y que llegó a servir como teniente coronel en la Marina, fue llamado por Bolton a su oficina para ser insultado arrogantemente, en razón de su independencia de criterio. Bolton —definido por Ford como un tipo que besa para arriba y patea para abajo y el "mayor abusador en Washington que haya conocido en toda mi carrera"— intentó que Westernman fuera transferido de su empleo.

El caso de Westernman refleja un patrón de comportamiento macartista con respecto a Cuba no sólo de Bolton, sino de uno de sus mayores aliados, Otto Reich. Además de este abuso en el Departamento de Estado, Bolton unió lanzas con Reich para "remover" también a un analista de la CIA, "Mr. Smith" —fue el código que se usó en el Congreso—, por discrepar con las valoraciones y políticas propuestas por Bolton y Reich para Cuba. Vale la pena escuchar el largo testimonio, disponible en C-Span, para conocer toda la trama siniestra de estos supuestos "demócratas", apartándose de toda ética, torciendo procedimientos, y conspirando mezquinamente para castigar a quienes rechazan sus turbias prácticas.