Durante dos semanas consecutivas, Fidel Castro, con su acostumbrada impunidad, se dedicó a ofender públicamente a dos importantes políticos mexicanos: el canciller Luis Ernesto Derbez y el presidente Vicente Fox. Al primero lo llamó "frustrado", "fracasado" y "candidato del imperio" a la Secretaría General de la OEA. Al segundo le dijo "corderito" de Bush, lo aleccionó sobre las diferencias entre dirigir una empresa y presidir un país y hasta le solicitó que renunciara para evitar una guerra civil.

Fox y Castro: cinco años de tensiones.

En uno de sus momentos más delirantes, Castro se preguntó si Fox estaría dispuesto a pedir una intervención armada de Estados Unidos para evitar que el jefe de Gobierno de la ciudad de México, Andrés Manuel López Obrador, llegase a la presidencia de la república en el verano de 2006. Para una mentalidad que no quiere salir de la Guerra Fría, como la de Fidel Castro, ese escenario, por muy disparatado que nos parezca, sería toda una fiesta: la fantasía perfecta de su autoritarismo.

El año pasado, Castro, molesto por el voto de México en Ginebra, hizo declaraciones similares y provocó una reacción mal calculada del gobierno mexicano que La Habana aprovechó con eficacia. Esta vez, la jugada le salió mal. Al día siguiente, el canciller Derbez convocó a una conferencia de prensa en la que se limitó a reiterar que las diferencias entre ambos países debían dirimirse por vías diplomáticas, y el presidente Fox, en mensaje a la nación, anunció que había aceptado la renuncia del procurador general, Rafael Macedo de la Concha, por su papel en el desafuero de López Obrador, y se comprometió a garantizar la participación del líder de la izquierda perredista en las próximas elecciones.

Esta vez fue Castro quien calculó mal y la opinión pública y el Senado de este país —en voz de los representantes de los tres grandes partidos— así lo han manifestado en los últimos días. Pensó que el canciller Derbez le respondería, ofreciéndole, otra vez, la oportunidad de montar un show ante la prensa mexicana, similar al que protagonizó Felipe Pérez Roque en la primavera del año pasado. Pero se equivocó. Pensó también que Fox respaldaría hasta el final a las corrientes más autoritarias del PAN y el PRI, promotoras del desafuero de López Obrador, con lo cual tendría mayor campo para manipular a unos y otros. Pero también se equivocó.

Castro en campaña electoral

Aunque en apariencia, Fidel Castro está respaldando la candidatura de Andrés Manuel López Obrador, desde la repatriación sorpresiva de Carlos Ahumada, lo cierto es que —viejo zorro de la política autoritaria— sus preferencias no están claras. Y no están claras, entre otras cosas, porque la posición de López Obrador frente a Cuba tampoco lo está. En su exhaustivo discurso de agradecimiento a todos los que lo respaldaron, durante la campaña contra el desafuero, López Obrador no mencionó a La Habana, ni a Castro, ni siquiera al "Movimiento de Solidaridad con Cuba".

López Obrador, quien no pertenece a los grupos más procastristas del PRD, asumirá una posición frente a Cuba cuando decida quién quiere ser para México: un Lula o un Chávez. Si elige lo primero, cuidará su relación con Estados Unidos y, aunque aproveche algún acercamiento simbólico con La Habana, para diferenciarse de la política exterior de Fox, no irá más allá de la "neutralidad" priísta. Si elige lo segundo, esperemos lo peor: para Cuba y para México.