www.cubaencuentro.com Domingo, 22 de mayo de 2005

 
  Parte 1/2
 
Bush y las izquierdas latinoamericanas
¿Es posible que Nicaragua y Haití superen el caudillismo de la noche a la mañana; que después de siglos de exclusión indígena no exista un Evo Morales en Bolivia?
por JOAQUíN VILLALOBOS, Oxford
 

Cuando George Bush fue reelegido la preocupación mundial era la prolongación de la guerra de Irak, en una región donde hay varios países con armas atómicas. El problema de Latinoamérica era estar fuera de las prioridades estadounidenses; sin embargo, Peter Goss, director de la CIA, declaró recientemente que el ciclo electoral de 2006 ha creado "focos potenciales de inestabilidad", peligro de infiltración terrorista y "amenazas" para la seguridad de EE UU. Se menciona a México, Nicaragua, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Perú, Haití, Colombia, y a personajes como Daniel Ortega, Hugo Chávez, Evo Morales y, por supuesto, Fidel Castro. En una cadena de televisión norteamericana se habló abiertamente de la posibilidad de medidas militares sobre Venezuela y hasta de atentados contra Hugo Chávez.

G. Bush
¿Debería EE UU asumir sus culpas históricas y ser más tolerante?

Resulta sorprendente que los procesos electorales pacíficos de Latinoamérica sean considerados desestabilizadores y peligrosos, mientras el de Irak, que se realizó con el país ocupado, dividido y en guerra, es considerado una victoria democrática. Los resultados electorales de Latinoamérica, cualesquiera que sean, son parte lógica, inevitable y necesaria del aprendizaje cívico de los latinoamericanos y están muy lejos de ser "amenaza".

Es el mismo juego de acierto y error con el que la población más conservadora de Estados Unidos reeligió a George Bush. Esa población fundamentalista cristiana que, al mismo tiempo que rechaza el aborto diciendo sí a la vida, es fanática de las armas, apoya la guerra y respalda la pena de muerte. Para muchos, esa decisión soberana de los estadounidenses ha sido efectivamente desestabilizadora.

Latinoamérica no puede ir más rápido

Después de prolongadas relaciones conflictivas con la izquierda latinoamericana, EE UU debería asumir sus culpas históricas, madurar y ser tolerante. No es casual que triunfaran revoluciones en Cuba y Nicaragua, países a los cuales EE UU más amenazó su independencia. Con "hijos de puta", como los llamó uno de sus presidentes, gobernando por décadas, es imposible que Nicaragua y Haití superen el caudillismo de la noche a la mañana; que después de siglos de exclusión indígena no exista un Evo Morales en Bolivia; que con toda la droga que ellos consumen no haya guerrillas y paramilitares en Colombia y que frente a una pobreza terrible no haya quienes pierdan la paciencia.

La estabilidad y progreso social de Costa Rica y Chile se asientan en su prolongada vida democrática. Pinochet no salvó la democracia chilena, la interrumpió, y esto paradójicamente sirvió para debilitar electoralmente a la propia derecha. La democracia en Latinoamérica no puede ir más rápido y, aun con sus defectos, es la transición democrática más ordenada y prometedora de todo el Tercer Mundo.

Chávez, además de un fenómeno neomilitarista y populista nacido en el seno de un ejército seguidor de la doctrina de defensa norteamericana, es también una venganza estructural producida y fortalecida por los errores de sus adversarios. Estos, primero lo apoyaron, luego quisieron derrocarlo mediante un golpe que le sirvió a Chávez para controlar el Ejército, después le montaron una huelga que lo dejó dueño del petróleo y, con todo ese poder, les ganó en un referendo al que acudieron tarde.

Sin el apoyo y tolerancia que EE UU tuvo hacia el corrupto Arnoldo Alemán, Daniel Ortega no estaría ahora gobernando Nicaragua desde abajo. La pelea con estas izquierdas conservadoras no es a balazos ni excluyéndolas, la batalla es política, democrática y pacífica. Es cierto que en Cuba no hay libertades, que en Venezuela se están reduciendo y que en Nicaragua Ortega manipula las instituciones; pero en democracia la ventaja moral termina desmoronando al bando contrario.

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