www.cubaencuentro.com Domingo, 22 de mayo de 2005

 
  Parte 1/2
 
Benedicto XVI, el Papa de la discordia
¿Qué hereda el seguidor y cerebro del pontificado de Juan Pablo II?
por RONALDO MENéNDEZ, Madrid
 

Intentar decir quién es Joseph Ratzinger o qué va a hacer mañana, cuando menos, resulta pretencioso e ingenuo. Una cosa era el teólogo prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y otra debería ser el hombre investido Sumo Pontífice. Al decir del cardenal belga Godfried Danneels: un Papa no es un teólogo, es más que un teólogo, es un hombre que debe echar raíces en la fe de la Iglesia universal, por tanto, Ratzinger ya no seguirá siendo el guardián de la doctrina de la fe. Pecar es humano, y Danneels peca de optimista.

Benedicto XVI
Benedicto XVI, en su primera aparición pública.

Resulta saludable hacer una proyección del debutante Benedicto XVI, basándonos en su historial eclesiástico. Para pisar tierra firme hay que partir de su muy estrecho vínculo con su antecesor Juan Pablo II. Si aceptamos la tan comentada hipótesis de la continuidad que representaría Ratzinger, existen motivos para preocuparse. Porque Juan Pablo II quizá no fue el más grande pontífice del siglo XX, pero sí el más contradictorio.

El 17 de octubre de 1979, el profesor y teólogo Hans Küng publicó un balance del primer año de pontificado de Juan Pablo II donde criticaba sus contradicciones. Meses después, dicho artículo provocó que se le retirara la autorización eclesiástica para enseñar como teólogo católico. La intransigencia implícita en tal reacción constituye un paradigma de las propias contradicciones que Küng criticaba: la política exterior de Juan Pablo II exigía conversión, reforma y diálogo, mientras su política interior siempre apuntó a la restauración del status quo ante el Concilium y la negación del diálogo intereclesiástico.

Un rosario de contradicciones y conflictos

¿Qué hereda el seguidor y cerebro del pontificado de Juan Pablo II, Joseph Ratzinger? Un rosario de contradicciones y conflictos que, sin dudas, apuntan a una crisis de la Iglesia Católica. Téngase en cuenta que la responsabilidad entre Ratzinger y Wojtyla ha sido históricamente compartida, de modo que lo que afirmemos aquí de este último, constituye nuestro más firme terreno —quizá incluso la única vía— para hacer una proyección sólida de Benedicto XVI.

Ese Juan Pablo II que defendía públicamente los derechos humanos, al interior de la Iglesia desconocía la separación de poderes según los más rancios preceptos del Derecho Canónico medieval. La consecuencia es un episcopado servil y una lamentable situación jurídica interna: quien litigue contra una instancia eclesiástica superior no tiene prácticamente ninguna posibilidad de que se le haga justicia. Otro punto: siendo favorable a muchas mujeres católicas tradicionales, el Juan Pablo admirador de la Virgen María y predicador de ideales femeninos, niega el sacerdocio a las mujeres y las excluye de las órdenes superiores. Además, al incluir la anticoncepción dentro de la "cultura de muerte", induce insolubles conflictos de conciencia y éxodos de católicas modernas hacia otras religiones.

Un Papa que reitere su postura contra la píldora y el preservativo, al tiempo que predica en contra de la pobreza en el mundo, tiene mucha responsabilidad en el crecimiento demográfico descontrolado, que es una de las causas de dicha pobreza. Ferviente propagandista del sacerdocio masculino, pero a la vez del celibato represivo. La consecuencia es la crítica escasez de curas en muchos países, además de la doble moral e incluso la inmoralidad de los escándalos de pedofilia en el interior del clero.

Del mismo modo en que Pío XII marginó y persiguió a los teólogos más importantes de su tiempo, Juan Pablo II y su ideólogo Ratzinger han perseguido y excluido de todo debate, entre otros, a Schillebeeckx, Boff, Bulányi, Curran, al obispo de Gaillot (de Evreux) y al arzobispo Huntington (de Seattle). El resultado es una Iglesia plagada de informantes internos, denunciantes y temor a la libertad de criterio, modernización e interpretación de la fe.

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