Parafraseando el título de un imprescindible clásico del cine español: Bienvenido Mr. Marshall (1952), en el que el maestro Luis García Berlanga relata con fina sátira los avatares de un pequeño y desolado pueblo —donde ciudadanos y autoridades hacen lo indecible por crear una imagen presentable, aunque falsa, para recibir al secretario de Estado estadounidense George Catlett Marshall, promotor del programa de ayuda norteamericano a la restauración de la Europa de postguerra—, podemos caracterizar los últimos giros y manifestaciones políticas de las autoridades cubanas.

Castro y Chávez: ¿es la alianza Habana-Caracas un refrito del eje Habana-Moscú?

La relación privilegiada con el gobierno venezolano y su experimento sociopolítico va llegando a cotas insospechadas, al punto que el presidente cubano ha enfocado que una parte considerable del bienestar material y social que, por arte de su deseo, pretende imprimir a la estremecida sociedad cubana, depende de la relación y los vínculos multilaterales con ese país.

No es sólo la dependencia energética que ha permitido al gobierno cubano sobrevivir capeando el temporal de su incapacidad financiera frente a los exorbitantes precios del petróleo. O el soporte humano y logístico que las autoridades de la Isla han aportado a las campañas sociales con que el presidente Chávez logró inclinar la balanza de cara al referendo revocatorio que definió, al menos de momento, el marco de las correlaciones políticas en ese país.

La relación trasciende los coyunturales intereses de poder de ambos gobiernos: para muchos cubanos, marchar a Venezuela —a pesar de las condiciones más o menos complejas que allí encontraran— significa obtener para sí y sus familias los beneficios materiales que en Cuba son imposibles de alcanzar, aun derrochando todo el esfuerzo y talento posibles. Para Venezuela, estos vínculos se han convertido en el principal argumento impugnatorio de la oposición, que acusa al presidente Chávez de ensayar la cubanización del país sudamericano.

Dos veces con la misma piedra

El ascendente nivel de las relaciones alcanzó por estos días la pomposa inauguración de una exposición de productos venezolanos, el establecimiento en La Habana de empresas con capital total proveniente de aquel país, la amenaza de abrir centros comerciales abastecidos y administrados por empresarios de la hermana nación, así como la reafirmación del propósito de promover de manera conjunta programas de desarrollo o cobertura social de alcance continental.

En este marco, el proyecto más ambicioso es esa especie de opción contraria al Tratado de Libre Comercio de las Américas (ALCA), la llamada Alternativa Bolivariana de las Américas (ALBA), iniciativa a la cual, hasta el momento, solamente ellos han hecho caso.