www.cubaencuentro.com Domingo, 22 de mayo de 2005

 
  Parte 1/2
 
De la guerrilla al caos urbano
América Latina: ¿Es legítimo que una minoría derroque en las calles a un presidente democráticamente electo por la mayoría?
por RAúL RODRíGUEZ, San José
 

Las dictaduras tradicionales y golpes militares obstaculizaron la estabilidad de las democracias en América Latina durante varias décadas. Los caudillos campearon por sus respetos desde los mismos inicios de muchas de nuestras repúblicas. Si nos acercamos en el tiempo hasta la última mitad del siglo XX, topamos con los Somoza, Trujillo, Duvalier, Stroessner, Batista, algunos de ellos entronizados en el poder aun desde antes de la década de los cincuenta.

Bolivia
Bolivia: ¿cómo se legisla en La Paz, bloqueando carreteras o en el Parlamento?

Después, los golpes militares en Brasil, Bolivia, Argentina y Ecuador, entre 1964 y 1971, y los regímenes terroristas que se extendieron, además, en Chile, El Salvador, Nicaragua, Uruguay y otros países hasta principios de los ochenta.

La democracia, concebida como la representatividad del pueblo en el poder, emanada de la libre controversia de los partidos políticos y determinada por voluntad popular expresada a través de elecciones legítimas, era interrumpida de ordinario mediante el poder de la fuerza. Una fuerza vestida frecuentemente con chamarreta militar.

En las dos últimas décadas del siglo pasado, sin embargo, los ejércitos se fueron apartando del poder. La inviabilidad de los regímenes dictatoriales fue resultado de múltiples factores. Uno de los decisivos lo constituyó el cese del respaldo o de la indiferente tolerancia que habían mantenido los gobiernos de Estados Unidos.

Otro de los actores desestabilizadores eran los movimientos guerrilleros. La Unión Soviética los auspició durante un tiempo al proveer de recursos financieros a la base logística, ideológica y de entrenamiento militar que fue la Cuba gobernada por Fidel Castro.

Las cuantiosas pérdidas materiales y de vidas humanas sacrificadas, que se emplearon en el mantenimiento de ejércitos irregulares, dieron muy poco fruto. Apenas, por un lado, los sandinistas de Daniel Ortega que tomaron el poder, sólo para exponer un grado de corrupción que los desarmó políticamente, y por otro, las narcoguerrillas que sobreviven hasta hoy en Colombia, igualmente desgastadas en lo ideológico y en lo político.

Gobernabilidad en peligro

Como consecuencia, el número de países latinoamericanos donde se ejerce el poder por gobiernos libremente electos aumentó gradualmente. Se había llegado, como quien dice, hasta el otro día, a una situación en que prácticamente todos los gobiernos de América Latina, con la tristemente acostumbrada excepción de Cuba, habían asumido el poder a través de elecciones supervisadas —en mayor o menor medida— por observadores internacionales y aceptablemente legitimadas.

Sin embargo, a partir de 2003, varios presidentes electos han sido destituidos a raíz de movilizaciones seudopacíficas de sectores minoritarios, que a través de bloqueos de calles, puertos y otros desmanes hacen insostenible la gobernabilidad. Tales son los casos de Sánchez de Losada, en Bolivia, y más recientemente, de Lucio Gutiérrez, en Ecuador. En Haití, fue también el caos y la ingobernabilidad lo que, presuntamente, justificó la influencia exterior para derrocar a Jean-Bertrand Aristide.

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