A pesar de las recientes declaraciones del arzobispo de Santiago de Cuba, Pedro Meurice, contra la unión entre homosexuales, la curia cubana pocas veces ha intervenido públicamente en asuntos de esta naturaleza. Hasta ahora, los obispos de la Isla han sido diferentes, al menos, de otros que casi logran lo inverso de atraer cada vez más personas hacia la fe.
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Monseñor Meurice, en el Santuario de El Cobre. (LA VOZ CATÓLICA) |
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Pero, ¿por qué ha sido así y por qué "sorprenden" ahora las declaraciones del obispo primado?
Desde hace cuatro décadas, la Iglesia Católica de Cuba se debate entre graves dificultades de subsistencia frente al castrismo. No ha habido condiciones para aspirar a implementar una agenda donde figuren los tradicionales asuntos sociales, sexuales y científicos de buena parte de la comunidad cristiana internacional hoy día; aunque está claro que la suscriben al 100 por ciento, y de eso ha dado fe Meurice en la homilía del Día de la Familia Cristiana.
Los obispos o sacerdotes cubanos no suelen hacer del aborto, las células madre, los condones o el homosexualismo el centro del debate religioso. Las causas no podrán buscarse en si son menos o más conservadores que el resto del clero, sino en la compleja misión de sobrevivir en estado de sitio, lo cual es bastante.
El contexto en que le ha correspondido vivir a la Iglesia cubana en el último medio siglo habla por sí solo de tal hipótesis: la Isla es un escenario de extrema precariedad, que toca también lo moral, donde la feligresía padece hambre, la población penal es de una dimensión insólita, y la represión, el pan nuestro de cada día —nunca mejor dicho—. Sin contar con que misas y templos son también escuela, medio de comunicación, farmacia, bodega y reunión alternativos, ante la falta de otros espacios legales para el desarrollo de la misión evangelizadora.
Todas estas aristas —accidentales pero reales—, asentadas en la conciencia ciudadana de los cubanos por más de cuatro décadas, plantean un interesante reto para los conservadores que podrían gobernar mañana en la Isla.
Asuntos como la visión desprejuiciada (liberal para unos, desordenada para otros) de los cubanos sobre el matrimonio, el aborto y la sexualidad —un modo de vida ya enraizado en varias generaciones—, podrían colisionar frontalmente con el dogma de una Iglesia en situación de normalidad.
Igual de complicada es la cuestión de la homosexualidad, en un país en el que la represión institucional ha hecho desplazarse hacia los templos a un número importante de gays y lesbianas, en busca del ¿consuelo? que no logran hallar en una sociedad comunista y machista-leninista por excelencia. |