www.cubaencuentro.com Lunes, 13 de junio de 2005

 
  Parte 1/2
 
El pasado ataca de nuevo
Nostalgias de la Guerra Fría: ¿Por qué La Habana arremete contra Chile, el país de mayor estabilidad institucional en un continente tan precario?
por LEONARDO CALVO CáRDENAS, La Habana
 

Por estos días mucha gente se pregunta por qué si Fidel Castro favorecía de manera no tan velada la candidatura del destacado político chileno José Miguel Insulza a la secretaría general de la Organización de Estados Americanos (OEA), en clara contraposición a las pretensiones del canciller mexicano Luis Ernesto Derbez —acusado por el sempiterno comandante como el candidato del imperio—, una vez que el ahora ex ministro del Interior del gobierno de Chile fue electo, el cubano la emprendió en su contra con la ya acostumbrada carga de descalificaciones, juicios apriorísticos y esquemáticos e innecesarias ofensas personales. Un comportamiento bastante habitual y que, por cierto, habla muy mal de la percepción y apego de un gobierno a la ética, los mecanismos y canales diplomáticos, así como del talante personal de quien así se exprese.

M. Bachelet
Candidata presidencial chilena Michelle Bachelet: ¿el próximo dolor de cabeza de Castro?

Este es sólo el más reciente episodio de una larga y lamentable saga de agresiones verbales con las que el alto liderazgo de la Isla enfrenta en los últimos tiempos los cada vez más frecuentes cuestionamientos a su actuación en materia de respeto y garantías a los derechos y libertades fundamentales, y sus continuas diferencias con gobiernos y personalidades del mundo occidental, que es al parecer, muy a su pesar, su natural ámbito geográfico y cultural.

Este poco elegante comportamiento diplomático parece indicar, entre otras cosas, que para el gobierno cubano sólo su criterio y el de las autoridades políticas norteamericanas son originales y legítimos. De hecho, todo el que difiera o critique la actuación del régimen de La Habana es invariablemente calificado como instrumento o caja de resonancia de los intereses norteamericanos, con lo cual Castro elude enfrentar el debate y asumir responsabilidades.

Elasticidad Ética

El comportamiento público, sobre todo hacia el exterior, de las autoridades cubanas, se caracteriza por el doble rasero y una muy lamentable elasticidad ética; si el caso lo amerita puede rasgarse las vestiduras en altisonantes diatribas contra el terrorismo —siempre y cuando el culpable de turno sea un enemigo ideológico—, pero no se digna a abjurar de sus vínculos históricos con la insurgencia colombiana, aun cuando esta se haya comprometido tanto con el fratricidio, los secuestros y el narcotráfico. Llama además la atención el hecho de que el gobierno de La Habana no se ha dignado a condenar —sus razones tendrá—, de manera expresa y vehemente, los crímenes de la banda terrorista vasca ETA.

Los líderes cubanos pueden ser eventualmente jueces inmisericordes de cualquier gobierno que no comulgue con sus intereses y discurso; pero supieron guardar cerrado silencio ante los desmanes de la cúpula sandinista o del neoliberalismo represivo de sus amigos del PRI mexicano.

El alto liderazgo de la Isla se empeña en asumir las relaciones políticas internacionales y los vínculos diplomáticos con el prisma de la Guerra Fría, que se divide entre el clientelismo interesado y tendencioso y la confrontación irreconciliable. Varios años después de la caída del Muro de Berlín, las autoridades cubanas no conciben que los gobiernos enfrenten acuerdos, diferencias y problemas de manera dialogada y responsable, sin que esto implique dependencia o concesiones de principios.

Dos fechas y dos caminos

Por una circunstancia específica, han sido por estos días los prestigiosos políticos chilenos el blanco de turno de las ya habituales andanadas irrespetuosas de Castro; sin embargo, un análisis más o menos profundo y totalmente desprejuiciado nos lleva a la conclusión de que las similitudes y diferencias en el devenir político de Cuba y Chile, en los últimos años, son tan ilustrativas como aleccionadoras.

Naciones ambas que por muchos años fundamentaron sus economías en los resultados de una industria natural y primaria: el cobre en Chile y el azúcar en Cuba. Naciones que en su momento: 1959 (Cuba) y 1990 (Chile) vieron ascender al poder nuevas propuestas con amplias perspectivas democráticas, que recibieron de los gobiernos autoritarios y represivos que los antecedieron economías saludables y promisorias y el enorme reto de enfrentar las desigualdades y los desequilibrios sociales.

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