www.cubaencuentro.com Viernes, 15 de julio de 2005

 
  Parte 1/7
 
Zánganos y avispas
John Bolton, el espionaje cubano y los intereses nacionales: ¿Inteligencia versus ideología?
por ALEJANDRO ARMENGOL, Miami
 

Hay un vínculo entre el proceso de aprobación congresional del nominado por el presidente George W. Bush para embajador de Estados Unidos ante Naciones Unidas, John Bolton, y la última campaña del gobernante Fidel Castro en Cuba, destinada a lograr el enjuiciamiento de Luis Posada Carriles.

Senadores
Senadores republicanos defienden la nominación de Bolton como embajador de EE UU ante la ONU.

Esta relación no es una línea recta. Forma parte de una compleja trama que, en un extremo, destaca dos actitudes hacia el gobierno de La Habana imperantes en Washington —opuestas y sin que hasta ahora una de ellas haya logrado imponerse por completo sobre su contraria—, y en el otro, la manipulación de la información de inteligencia con fines políticos.

Quedan en el medio diversos factores, como la posición que debe adoptar el gobierno norteamericano en el caso de la muerte o incapacidad de Castro y el papel de Miami en la elaboración de la política norteamericana hacia el régimen de La Habana. No se trata de elementos nuevos en un rumbo rígido que dura casi medio siglo, pero al relacionarlos se entiende mejor una trayectoria que a veces parece avanzar y que sólo brinca a un lado y al otro en el mismo punto.

Al hablar de Bolton, ex subsecretario de Estado para el Control de Armas, los demócratas y republicanos coinciden en señalar su carácter explosivo: alguien que no admite que le lleven la contraria. Tras este rasgo de temperamento comienzan las diferencias. Pocas veces en la historia de Estados Unidos —tres, para resumirlas en una cifra— la nominación de un diplomático ha pasado al pleno del Senado sin la recomendación del Comité de Relaciones Exteriores. Los dos informes que resumen la labor de este comité bipartidista —elaborados luego de semanas de investigaciones y audiencias congresionales— no pueden diferir más.

No sólo números

Para empezar en longitud. El apoyo republicano a Bolton se limitó a ocho páginas. Los demócratas necesitaron 55 para expresar su rechazo. No se trata sólo de números. La brevedad demuestra falta de entusiasmo en la propuesta entre los republicanos, pero también el poder darse el lujo de no tener que entrar en muchos detalles al contar con la mayoría de escaños en el Senado.

La extensión del documento demócrata enfatiza la vehemencia de quienes consideran que no hay persona menos adecuada que Bolton para el cargo. Esta división sin tregua aparece en cada párrafo a lo largo de 1.000 páginas —que corresponden a las transcripciones de 35 entrevistas— y en otras 800 referidas a diversos documentos. Hay que agregar que al entusiasmo demócrata en el ataque se opone la firmeza de Bush en la defensa de su candidato.

Los demócratas han utilizado las alegaciones sobre la conducta y el temperamento del nominado presidencial para ilustrar lo que ellos consideran es una carencia total de cualidades, por parte de Bolton, para representar a EE UU en Naciones Unidas: un individuo siempre deseoso de imponer sus criterios y nunca interesado en negociar un acuerdo. Más dispuesto a despedir a quien le cuestiona un argumento que a escuchar a alguien que discrepa de sus opiniones. El énfasis se ha puesto en presentar al ex subsecretario como un burócrata que amenaza y maltrata a sus subordinados.

Esta caracterización va más allá de un perfil personal. A los detractores de Bolton sólo les interesa hablar del individuo para cuestionarse al político: un hombre público propuesto para un cargo que hace que sus opiniones —que en muchos representan no sólo el punto de vista del actual gobierno, sino también los principios de la nación norteamericana— sean escuchadas en todo el mundo, y que a lo largo de su vida se ha comportado de acuerdo sólo con sus creencias y prejuicios.

En este sentido, los demócratas no han destacado el desdén que Bolton confiesa sentir hacia la labor del organismo mundial, ya que esta es una idea compartida por una buena parte de la población norteamericana. Han querido, en cambio, enfatizar al jerarca que subordina a sus intereses la información objetiva.

Nada más a mano que un ejemplo en que este interpretó con fines ideológicos los análisis de inteligencia e hizo afirmaciones que no estaban sustentadas en datos. Y es aquí donde aparece Cuba.

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