www.cubaencuentro.com Viernes, 15 de julio de 2005

 
 
 
Duanel Díaz sobre la entrevista a Hernández Busto
 

Cuestionado por Jorge Luis Arcos sobre la relación entre "el fenómeno de la diáspora" y "la necesidad de recrear desde ella una memoria tanto personal como generacional de la historia literaria de la nación cubana", Ernesto Hernández Busto afirma en una entrevista publicada el pasado 17 de junio en este diario: "Me parece curioso que la polémica sobre el canon literario cubano haya tenido lugar fuera de la Isla. Ni González Echevarría, ni Rafael Rojas, ni Emilio Ichikawa, ni Jorge Ferrer, por citar sólo algunos críticos que han tocado el asunto, escriben hoy dentro de Cuba. Ni Encuentro ni los libros de Colibrí se distribuyen allá. Las revistas electrónicas La Habana Elegante o Cubista tampoco pueden ser consultadas ni comentadas en Cuba. Supongo que se trata de una coincidencia sintomática: esta vez ha sido el exilio lo que ha provocado una necesidad de enlistar la tradición fuera del comportamiento bovino de un discurso ultranacionalista".

A Debate
Hernández Busto sobre el comentario de Duanel Díaz

Creo que semejante declaración requiere un inmediato desmentido. Sólo un inventario tan parcial como el que sugiere la muestra ofrecida por Hernández Busto puede sostener la falsa aseveración de que "la polémica sobre el canon literario cubano" ha sido protagonizada exclusivamente por autores que residen fuera de Cuba. Me atrevería a afirmar, incluso, que algunos de los que escriben desde la Isla han tenido parte de mayor peso en este debate que alguno que otro de los mencionados por Hernández Busto.

Bastaría citar los casos de Víctor Fowler ("Otra lectura de Piñera: a propósito de un libro de Enrique Saínz", Unión, La Habana, abril-junio, 2002) y de Antonio José Ponte, cuya obra crítica el propio Hernández Busto, en tácita contradicción, considera en un momento posterior de la entrevista "el mejor ejemplo de una revisión inteligente y provocadora de la tradición cubana". ¿Fue en el exilio donde se escribió y publicó originalmente un escrito tan importante para el debate sobre el canon cubano como Olvidar Orígenes, de Sánchez Mejías?

Por mi parte he publicado, precisamente en una de las revistas mencionadas por Hernández Busto, La Habana Elegante (invierno de 2004), un ensayo donde polemizo con el escrito de González Echevarría en Encuentro ("Oye mi son: el canon cubano", Encuentro de la Cultura Cubana,Madrid, verano de 2004) y dialogo también críticamente con otro de Arcos, "Notas sobre el canon. Introducción a un texto infinito sobre el canon cubano" (Unión, La Habana, abril-junio, 2003), publicado cuando su autor residía aún en Cuba.

Curiosamente, en las palabras "A manera de introducción" de su libro Inventario de saldos. Apuntes sobre literatura cubana, cuya reciente publicación motiva la entrevista de Encuentro en la Red, Hernández Busto se refiere a las repercusiones de las ideas de Bloom entre los críticos cubanos sin mencionar siquiera ni este ensayo mío (a pesar de que en la entrevista asegura que me lee "con placer") ni el de Arcos, que constituye justamente un ejemplo de lo que, según Hernández Busto, faltaría en la crítica cubana: un análisis del "proceso literario cubano a partir de la 'angustia de las influencias'". Solamente se refiere allí al libro de Rafael Rojas, ofreciendo, por cierto, comentarios muy parecidos, incluso en el nivel de la expresión, a los aportados por mí en el ensayo arriba mentado. (*)

Hernández Busto confiesa a Arcos su propósito de "devolverle a nuestra crítica el criterio jerárquico, aunque sea con mañas de agent provocateur". Ignoro si el desconocimiento, deliberado o no, de la participación en el debate sobre el canon cubano de los ensayistas que residimos en Cuba es una de esas mañas; en caso de serla, me temo que no contribuirá en absoluto a jerarquizar a nuestra crítica literaria.

Una cosa es la saludable provocación que puede implicar una lista personal de autores canónicos como la ofrecida en la segunda parte de Inventario de saldos, y otra muy distinta, menos legítima, desconocer olímpicamente el trabajo de los demás. Hernández Busto afirma que en un futuro se conformaría "con que, vivamos donde vivamos, y pensemos como pensemos, podamos seguir leyéndonos". Las declaraciones de su entrevista, así como la introducción de su Inventario de saldos, manifiestan sin embargo que en este momento él mismo incumple de modo flagrante ese deseo de buena voluntad.

* Hernández Busto: "Un análisis del canon literario cubano bajo unos presupuestos agónicos tampoco aparece en el libro Un banquete canónico (FCE, México, 2000) de Rafael Rojas, donde el esfuerzo por exorcizar la violencia canónica inclina la balanza crítica del lado de eso que Bloom ha bautizado como 'la Escuela del Resentimiento'. Desde la trinchera de las instancias subalternas, Rojas analiza la ideología nacionalista, racista y machista del canon cubensis y señala sus supuestas limitaciones: la 'desnacionalización del texto', la 'neutralización de la voz femenina' y la anulación de la 'voz negra'. Pero al criticar la violencia de Bloom, Rojas también incurre en los pecados del multiculturalista: esa obsesión por leer con anteojeras ideológicas se traduce en un irritante desinterés a la hora de analizar los valores puramente literarios; es decir, el síntoma típico del academicismo norteamericano" (Inventario de saldos. Apuntes de literatura cubana, Colibrí, Madrid, 2005, p.17.).

Díaz Infante: "Otra ilustración de la tendencia anticanónica del pensamiento cubano actual es el ensayo introductorio de Un banquete canónico (FCE, 2000).

Reflexionando a partir de la inclusión de los seis escritores cubanos en la lista del libro de Bloom Rojas cae del lado de la 'escuela del resentimiento' desde que se propone cuestionar la autoritaria racionalidad canónica; el señalamiento de su persistencia en los contracánones afirmados desde instancias subalternas como alternativas a la dictadura del canon occidental no es sino otro paso en este sentido. Una de las secciones del ensayo, dedicada a proponer una clasificación de los que llama 'mecanismos de autoridad que formalizan el canon nacional de la literatura', ofrece un análisis crítico de la ideología nacionalista, racista y machista del canon cubensis.

Señala, entre otros, la 'desnacionalización del texto', la 'neutralización de la voz femenina' y la anulación de la voz negra. Pero creo que esta discusión falla en la medida en que Rojas carga la mano sobre el polo del discurso a contrapelo, en algunos casos de manera evidente, de los hechos.

Así ocurre cuando atribuye a exclusión machista la ausencia de escritoras como Mercedes García Tudurí, Herminia del Portal, Josefina de Cepeda y Julia Rodríguez Tomeu en el Diccionario de la Literatura Cubana (Academia de Ciencias de Cuba, 1980), perdiendo de vista que son muchos los escritores que faltan allí, y no sólo por razones políticas, sino también por olvidos imperdonables, pues en ese lamentable diccionario hay tanto de contingencia como de determinaciones de tipo político, sexista o de otro tipo.

Asimismo Rojas afirma que la 'mala crítica' que han tenido obras como la 'imitación extrema de Pedroso y Arriaga en Los misterios de la Habana, remedo de la célebre obra de Eugène Sue', confirma 'su expulsión del canon', como si esto no se debiera, más que a su exotiquez, imitación o exterioridad, a su pésima calidad literaria.

Al detectar dondequiera la violencia canónica Rojas descarta en buena parte de su discusión el hecho de que el 'valor estético' existe y que la formación del canon responde por tanto a factores literarios tanto como extraliterarios" ("Bloom, las tareas de la crítica cubana y el debate del canon cubensis", La Habana Elegante, invierno de 2004).

Referencias
«No creo en el exilio como fatalidad»
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