www.cubaencuentro.com Viernes, 15 de julio de 2005

 
  Parte 1/3
 
Sucesión, invasión y bendición
La Habana tiene un plan para la sucesión de Fidel Castro, pero teme que Estados Unidos invada la Isla tras su muerte: ¿Qué hay detrás de estas declaraciones de Ricardo Alarcón?
por EUGENIO YáñEZ/JUAN F. BENEMELIS, Miami
 

Recientemente, Ricardo Alarcón, presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular y miembro del Buró Político del Partido, declaró a The Miami Herald que en Cuba ya está planeada la sucesión, pero que su país teme una invasión de Estados Unidos.

F. Castro
Los hermanos Castro, durante un acto en el Palacio de las Convenciones.

Alarcón basa su afirmación en las reiteradas declaraciones del presidente George W. Bush sobre una Cuba libre y democrática en el futuro, como se legisló con la Ley Torricelli. Según Alarcón, Bush pronostica una Cuba libre en el futuro porque: 1) el futuro es después de Fidel Castro y 2) la forma de lograrlo es con una invasión de Estados Unidos.

Ricardo Alarcón es el transmisor de este mensaje, pero no su autor, porque no es un tonto, pese a que algunos expertos no lo consideren tan sagaz. ¿Qué hay detrás de todo esto?

El fantasma de la invasión de Estados Unidos a Cuba tiene ya cuarenta y siete años. El gobierno cubano sabe perfectamente que tal invasión no ha estado ni está en los planes de Washington, mientras no se produzcan agresiones contra Estados Unidos. Mucho menos cuando las fuerzas armadas de Estados Unidos están enfrascadas en una cruenta y prolongada batalla en Irak, Afganistán, y en la lucha global antiterrorista.

¿Por qué entonces esta confesión de Alarcón? No es política exterior: las intenciones son evidentemente un mensaje al interior de Cuba. Ya sea que Estados Unidos declare que no hay intenciones de invasión en el evento de la muerte o incapacidad de Fidel Castro, si declara que sí las hay, o si no responde a las afirmaciones de Ricardo Alarcón, el objetivo es el mismo y tiene dos direcciones.

La primera dirigida a la élite del poder, la segunda a la población cubana: un desmentido norteamericano a una amenaza de invasión tras la desaparición del Máximo Líder dejaría en claro a los ojos de la élite que Raúl Castro cuenta con la bendición de Washington para llevar a cabo una sucesión ordenada y rápida, sin oleadas de balseros o situaciones caóticas que requirieran una intervención.

En busca de la lealtad transferida

No es la primera vez que se busca la "bendición" de Washington. A fines de la administración Clinton, desde La Habana, en varios discursos y artículos de prensa, Raúl Castro expresó que era preferible para Estados Unidos reconocer la sucesión propuesta por Fidel Castro, en vida del Máximo Líder. A esta auto-propaganda electoral siguió la visita de varios generales norteamericanos a La Habana, quienes tras su regreso proclamaron que el Ejército era el único instrumento garante de la sucesión, y que el mismo se hallaba en bloque detrás de Raúl Castro.

Con posterioridad, varios "cubanólogos", entre ellos ex funcionarios del aparato administrativo-militar, se hicieron eco de tal posición, mostrando a la élite en el poder cubano como un conglomerado unido ideológicamente, con una nueva hornada de dirigentes capaz de transferirle a Raúl su lealtad a Fidel, no importa cuál sea el camino que el sucesor escoja.

Sea cierto o no que Raúl Castro, después de la sucesión, está obligado a realizar reformas imprescindibles hacia una apertura democrática o un modelo chino-tropical, la élite debe entender que no hay futuro si se cuestiona la autoridad raulista. Raúl aparecería con una aceptación de facto por parte de Washington.

En el improbable caso de que Estados Unidos declarara que no se descarta una invasión en el momento de la desaparición de Fidel Castro en Cuba, la sucesión imprescindiblemente requeriría la cohesión de la élite en torno a Raúl, so pena de poner en peligro la existencia misma de la revolución. Cualquier resistencia a la autoridad raulista sería, más allá de la deslealtad a Raúl Castro, una traición al legado de Fidel Castro.

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