www.cubaencuentro.com Viernes, 29 de julio de 2005

 
  Parte 2/2
 
Diálogo versus confrontación (I)
Según el autor, la política norteamericana hacia Cuba ha perjudicado a los defensores de los Derechos Humanos en la Isla.
por DIMAS CASTELLANOS, La Habana
 

Un método para la solución de conflictos

El conflicto interno entre Estado-gobierno y sociedad, desde el mismo año 1959, quedó solapado por el conflicto externo entre el gobierno de Cuba y las sucesivas administraciones estadounidenses. Un amigo sitúa su inicio en la visita del líder cubano al país vecino y el trato recibido por éste del gobierno norteño, cuyo presidente se negó a recibirlo. Lo demás son episodios resultantes del estado emocional provocado por aquel suceso.

A partir de ese momento las acciones y reacciones de las partes crearon un ambiente de confrontación que situó en segundo plano la contradicción entre gobierno y sociedad civil hasta el día de hoy. Más de cuatro décadas de hegemonía de esa política de fuerza explican el estado cada vez más deteriorado de la nación: permanente éxodo masivo, separación familiar, pérdida de vidas humanas, deterioro económico, esperanzas perdidas y predominio de una moral tan útil para sobrevivir como dañina para el espíritu…

Las administraciones norteamericanas y algunos sectores de cubanos desde el exterior, después de los fracasados intentos de derrocar al gobierno por medio de las armas, asumieron —conciente o inconscientemente— la tesis marxista del predominio de la economía. Desde esa óptica, acudieron a las presiones económicas para que "el empeoramiento de las condiciones de vida del pueblo se transformara en explosión popular".

Sin embargo, la experiencia demostró que en condiciones de penuria, un pueblo desarmado de instrumentos civiles para el cambio y bajo un régimen totalitario, sufre una regresión del estadio social al biológico, donde los supuestos sujetos del cambio se dedican esencialmente a sobrevivir al margen de la ley a cómo dé lugar y a escapar de la Isla cada vez que sea posible. Como conclusión, la política confrontacional demostró ser contraria al propósito perseguido, mientras la sociedad civil, como agente de cambio, continúa atrapada, atomizada e incapaz por sí sola de desempeñar el rol que le corresponde.

Es evidente que la política norteamericana, lejos de ayudar a los defensores pro derechos humanos, los ha perjudicado. Lejos de contribuir al fortalecimiento de nuestros espacios, los ha enrarecido. Lejos de protegernos frente a la arbitrariedad del Estado, ha colaborado con el desamparo. Lejos de proveer climas de confianza apropiados para el avance de los derechos humanos, los ha enturbiado y hecho retroceder. Un efecto que ha favorecido únicamente al gobierno cubano.

Lo ocurrido en la Isla confirma una experiencia histórica e universal: el empleo de la violencia como método de solución de conflictos, alcance o no los objetivos inmediatos que se propone, está contraindicado porque ha implicado pérdidas humanas, materiales y espirituales. No sólo para los contendientes (ambos gobiernos), sino para la sociedad en general, ajena y atrapada en un conflicto donde todos somos perdedores. De lo que se deduce que no existen métodos, sino un método para la solución de conflictos.

Como ocurre siempre, el conflicto, después de sus negativas consecuencias, tendrá que regresar a la mesa de negociaciones. La peculiaridad de Cuba es que esa posibilidad aparece no por un cambio de conducta de los contendientes, sino por la entrada en escena de un nuevo sujeto exterior: la Unión Europea.

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