www.cubaencuentro.com Viernes, 09 de septiembre de 2005

 
  Parte 3/3
 
Peligros y oportunidades (I)
El autor reflexiona sobre la escisión de la disidencia interna y el Congreso del 20 de mayo.
por JORGE A. POMAR, Colonia
 

A los ojos de un observador externo, da la impresión de que, con la considerable pero siempre relativa fama adquirida fuera del país, a algunos se les han subido los humos a la cabeza y han perdido toda noción de la realidad política insular, del hecho incontrovertible de que la sociedad civil independiente anda todavía, subrayémoslo, en pañales.

Dentro del país, sin desdoro de su indudable valor modélico, si bien ha ganado bastante en número y diversidad, la oposición interna ocupa aún muy poco espacio en la conciencia del cubano de a pie, cuya resistencia al régimen no va habitualmente más allá del descontento, el choteo criollo (casi siempre malsano), cierta pasividad inherente al "socialismo real", un apoliticismo reforzado por la longevidad y la intolerancia del régimen y, como supremo recurso, "votar con los pies".

Predominan las actitudes cínicas, la tríada conformismo-arribismo-oportunismo en sus variantes más descarnadas, la doble moral, la delación, la corrupción y criminalización masivas. Eso, sin contar que el reciclaje de la población penal cubana es uno de los más altos del mundo, dato que combina fatal con el capitalismo (de Estado) salvaje que se está entronizando en el país. La dimensión de los daños a nuestra psiquis colectiva es incalculable. De todo ello se desprende que la transición va a ser harto escabrosa, tanto más cuanto más tiempo tarde en llegar.

Combatiendo en dos frentes

Dado el panorama humano y social trazado, no sería de extrañar que cualquier proyección aritmética del ritmo de crecimiento de la oposición interna arroje siglos de espera antes que se produzca una reversión significativa del actual marasmo. (Por suerte, la biología no respeta las estadísticas). Tal es, sin exageraciones, la amarga realidad insular. Por eso, por favor, como reza un refrán inglés: "No contemos los pollos antes que rompan los cascarones".

No está mal posicionarse ideológicamente, según el útil consejo que diera Carlos Alberto Montaner a la disidencia durante el breve apogeo de Criterio Alternativo en 1991; entre otras cosas, porque es también una forma de ir fomentando, enriqueciendo la cultura política entre las filas de la oposición, al tiempo que se van echando los cimientos de la incipiente sociedad civil. Sin olvidar que en el mundo moderno los partidos políticos no son compartimientos estancos, sino cada vez más vasos comunicantes en los que se desdibujan cada vez más los límites ideológicos en favor del pragmatismo.

De modo que ripiarse a la luz del día por puras discrepancias de doctrina, por si el método o el programa de este o aquel otro grupo socialdemócrata, socialista democrático, cristiano-demócrata, liberal, conservador, reformista o ecologista es más justo, balanceado, racional, oportuno, exhaustivo, de izquierda o derecha, centro, centro-izquierda o centro-derecha; si tal o más cual hoja de ruta de la transición da o no cabida al gobierno, incluye o excluye al exilio, condena o no condena el embargo, es fantasear, perder de vista el hecho de que la oposición interna sigue siendo en extremo débil y se hace un flaco favor a sí misma combatiendo simultáneamente en dos frentes.

Por otra parte, contingencias externas favorables, como la absurda cornucopia petrolera chavista (¿quién se lo hubiera creído?) o un posible levantamiento unilateral de lo que va restando del embargo, o sea, la financiación de importaciones y la libre circulación, pueden introducir aplazamientos en el calendario existencial del castrismo. Recordemos que ambas cámaras del Congreso ya lo aprobaron; de manera que, en sí, a Castro le bastaría con aflojar un poco la mano para desbancar incluso a un George W. Bush en cuestión de meses.

Menos mal que la biología también tiene sus plazos y que, para compensar mientras tanto, a ratos el Comandante lleva involuntariamente agua al molino de la oposición con sus ciclópeos desatinos en materia de política exterior. En fin, que igual hay que contar con el caos…

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