www.cubaencuentro.com Jueves, 31 de julio de 2003

 
  Parte 1/3
 
No siempre será 26
El 'paraíso socialista' es como la línea del horizonte: mientras más se camina hacia ella, más se aleja.
por YAMILA RODRíGUEZ EDUARTE, Caracas
 

Probablemente los cubanos no recuerdan un 26 de julio tan sombrío como este último. Al margen del discurso apocalíptico, como es usual, la imagen acabada de Fidel Castro fue otra muestra de que el régimen agoniza, aunque las duras palabras quieran hacer ver lo contrario.

Cuartel Moncada
Cuartel Moncada, escenario de malas noticias.

Cada vez que se acerca un 26 de julio los cubanos se preguntan qué malas nuevas serán anunciadas. Para nadie es un secreto que en esta fecha el pueblo elegido por Fidel Castro se entera de la última obsesión de su Comandante en Jefe, y sobre la forma en que dicha pesadilla será compartida por todos los cubanos.

Los que no hayan vivido bajo un régimen absolutista les cuesta trabajo entender cómo un país entero puede depender del discurso de un hombre. En Cuba, la política gira alrededor de la arenga que cada 26 de julio Castro le lanza a sus coterráneos. En esa fecha, considerada sagrada en el santuario revolucionario, se festeja el fracaso de los asaltos armados a los cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba, y Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo, el 26 de julio de 1953.

El sentido común indica que en esa fecha hay muy poco que celebrar, pues ese día se enfrentaron y murieron cubanos que estaban en aceras opuestas. Sin embargo, desde la óptica de Fidel Castro es entendible que haya motivo para el festejo, pues los muertos del Moncada le sirvieron de escalera en su enfebrecida ascensión al poder. Como toda revolución que se respete, la cubana se irguió sobre los despojos de sus mejores hijos.

Para Castro, el asalto al Moncada significó el principio del fin, que consistía en apoderarse del poder y no soltarlo nunca más; pero para otros participantes en la acción fue el inicio de una lucha que aún no ha terminado. Es el caso de Gustavo Arcos Bergnes, quien lleva 53 años combatiendo las tiranías que han asolado la Isla, incluida la de Fidel Castro.

Gustavo Arcos tiene recuerdos dolorosos del Moncada. En una entrevista que le realicé hace algún tiempo me dijo que, al igual que la mayoría de los participantes en la acción, no sabía que la idea era tomar el cuartel santiaguero. "Cuando salí de La Habana me dijeron que íbamos a recoger unas armas enviadas por el ex presidente Carlos Prío, enterradas en un sitio cercano. Pero el viaje se hizo demasiado largo, cuando vinimos a ver estábamos cerca de la ciudad de Santiago de Cuba. Nos detuvimos en la granja Siboney, donde había muchos jóvenes como nosotros que no sabían por qué estaban allí".

"En ese momento se produjo nuestro primer encuentro con Fidel Castro. Ahí nos informó que la misión era atacar el cuartel Moncada. Yo le dije que conmigo no habían sido honestos, por esa razón algunos de los que vinieron conmigo, regresaron. Yo tenía mis dudas, pues a pesar de haberme comprado una pistola, no tenía práctica de armas. Pero cuando observé a dos muchachas —que luego supe eran Melba Hernández y Haydee Santamaría— planchando uniformes y dispuestas a enfrentar el peligro, me dio vergüenza y me quedé".

"Llegué al Moncada en el mismo carro que iba Fidel Castro. Cuando comenzaron los tiroteos recibí un balazo en la región lumbar, que me dejó semimutilado para toda la vida. Pese a mis heridas cumplí prisión, junto a los demás combatientes, hasta que fuimos amnistiados. Castro fue condenado a 15 años por el asalto al Moncada, donde hubo muertos, y apenas cumplió poco más de dos años".

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