www.cubaencuentro.com Jueves, 31 de julio de 2003

 
   
 
Todo cambió de repente
El arribo a Cuba por primera vez desde 1961 de un buque de bandera norteamericana, cargado de maderas y papel periódico, apenas tuvo cobertura en la prensa oficial de la Isla.
por ALCIBíADES HIDALGO, Washington
 

La historia del encuentro entre Napoleón Bonaparte y Fidel Castro se cuenta desde hace más de tres décadas en la mismísima redacción del diario habanero Granma. Resulta que los dos personajes ardían en deseos de conocerse y finalmente lo logran. Después de la emocionada presentación se enfrascan en una larga charla sobre sus respectivas glorias, conquistas y campañas. Ya en confianza, el Máximo Líder dice al Emperador:

Puerto de la Habana
Barco norteamericano en el Puerto de La Habana.

- Majestad, su genio militar es indiscutible… pero Waterloo, excúseme, fue un gravísimo error. Con sus ejércitos yo jamás habría perdido esa batalla.

El corso, picado en su también enorme ego replica, arrastrando todas las eres:

- Es probable, Comandante, pero si yo hubiera tenido sus periódicos nadie lo hubiera sabido.

"Más de 1.200 bajas de militares norteamericanos en suelo iraquí" fue el titular principal de Granma el viernes 11 de junio. Ese día en sus apenas ocho páginas el matutino publicó al menos otra decena de noticias y comentarios sobre amenazas de Estados Unidos a Cuba, promesas incumplidas de Washington a los pueblos africanos, la crisis económica y el creciente desempleo que padece el imperio, algún crimen horrendo y otras actualidades norteamericanas. Inútil sería buscar la verdadera noticia del día, la del arribo por primera vez desde 1961, de un buque de bandera norteamericana que cruzó, imponente, frente a la farola de El Morro.

La barcaza Helen III, procedente de Mobile, Alabama, llegó a la estrecha entrada de la bahía habanera remolcada por El Jaguar, también abanderado de barras y estrellas. La AP, que sí reportó el acontecimiento, la describió como un enorme almacén flotante, de 323 pies de longitud. Se necesitaba realmente un buque grande, porque transportó 6 toneladas de madera y 1.614 toneladas métricas de papel periódico.

Cuando el congreso norteamericano modificó hace tres años las sanciones económicas contra el gobierno de Cuba, aprobando la venta de alimentos y medicinas con pagos al contado, La Habana respondió con una denuncia de la "maniobra publicitaria" y la negativa a comprar "ni siquiera una aspirina" bajo las condiciones dictadas por los norteamericanos.

Todo cambió de repente —como sucede con bastante frecuencia con las posiciones invariables y "de principio" de la política cubana— y en los últimos dieciocho meses los agricultores de Estados Unidos han vendido a la Isla 480 millones de dólares de sus productos mediante transacciones aprobadas por el Departamento del Tesoro, que incluyen —se sabe ahora— madera y papel periódico. Cuba ocupa ya un lugar entre los primeros 40 países del comercio agrícola norteamericano.

Para Granma, que advierte cada día a los cubanos y al mundo de los inminentes planes de invasión de Estados Unidos, resulta comprensiblemente embarazoso informar que en lugar del portaviones Nimitz o del Ronald Reagan, que acaban de echar al agua en Norfolk, el único buque que desde el norte ha puesto proa hacia La Habana en cuatro décadas fue una poco amenazante barcaza, repleta de papel para el diario oficial del Partido Comunista de Cuba.

Pudiera ser peor. Cuando el dirigente de la disidencia china Harry Woo visitó el Capitolio norteamericano tras largos años de prisión, recordó que un momento amargo de su arresto en Pekín fue encontrar en las esposas que lo encadenaban el sello "Made in USA", mientras sus captores se comunicaban por radios Motorola.

La madera se utiliza en Cuba para la construcción de muchas cosas necesarias y de otras —como balsas— a las que se acude como solución desesperada. Con más y mejor papel norteamericano quizás Granma llegue incluso a las remotas cárceles donde cumplen largas condenas docenas de periodistas que, por independientes, no habrían admitido explicar cómo y por qué "el compañero Bonaparte alcanzó en Waterloo, sin lugar a dudas, una victoria moral aplastante y definitiva sobre las huestes de la mafia de Londres y sus aliados, encabezadas por el mal llamado Duque de Wellington".

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