www.cubaencuentro.com Martes, 07 de octubre de 2003

 
  Parte 2/2
 
Derechos perdidos
El 7 de agosto de 1925 se constituyó la primera central sindical cubana de carácter nacional, la Confederación Nacional Obrera de Cuba, cuyos logros son sólo historia.
por DIMAS CASTELLANOS, La Habana
 

Como a la tormenta le sigue la calma, los gobiernos de Grau San Martín, Carlos Mendieta y Federico Laredo Bru realizaron esfuerzos por dotar al país de una legislación laboral moderna, que comprendió desde la jornada de 8 horas hasta las vacaciones retribuidas y la licencia por enfermedad de acuerdo con lo establecido por la Organización Internacional del Trabajo. La normalización del país encaminó nuevamente al sindicalismo por la vía de la negociación. A fines de enero de 1939 la CNOC se disolvía para dar paso al nacimiento de la Confederación de Trabajadores de Cuba (CTC) y en 1940 la nueva Constitución republicana dedicó 27 artículos del Título VI a los derechos individuales y colectivos del trabajo como reconocimiento legal de los frutos de 38 años de lucha obrera. Los sindicatos construyeron el Palacio de los Trabajadores con aportes obreros y donativos gubernamentales; el moderno edificio de Carlos III fue construido por el Retiro de Plantas Eléctricas y arrendado a la Compañía de Electricidad; el Habana-Hilton fue construido por el Retiro Gastronómico, mientras el Sindicato de Artes Gráficas procedió a desarrollar el reparto Gráfico.

El gobierno revolucionario de 1959, al igual que los anteriores, requería del movimiento sindical para realizar su proyecto; interés que se había manifestado desde la lucha de guerrillas en la Sierra Maestra. La huelga general del 1 al 5 de enero permitió hablar del movimiento obrero como factor decisivo del triunfo. Paso a paso se fue tejiendo una leyenda sobre un protagonismo obrero inexistente hasta crear una ilusión de participación. El 22 de enero de 1959, como algo esperado, la CTC —continuadora de la CNOC— fue disuelta y sustituida por la Confederación de Trabajadores de Cuba Revolucionaria (CTC-R). Finalmente, en el X Congreso, celebrado en noviembre de 1960, David Salvador se encargó de poner en evidencia la pérdida de identidad de la CTC, cuando expresó que los trabajadores no habían ido al Congreso a plantear demandas económicas sino a apoyar a la revolución y ante la pregunta de Emilio Máspero, observador del Movimiento Social Cristiano, acerca de cuál era el proyecto de los trabajadores, respondió sin titubear: "Lo que diga el Comandante".

Ya en el XI Congreso de la CTC-R no quedaban vestigios del otrora movimiento obrero. Los delegados, que no representaban a los trabajadores sino al gobierno, renunciaron a casi todas las conquistas históricas del sindicalismo cubano: los 9 días de licencia por enfermedad, al bono suplementario de navidad, la jornada semanal de 44 horas y al incremento constitucional del 9,09%, entre otros. El movimiento obrero quedó bajo control del Estado y la CTC se transformó en su brazo auxiliar. Los resultados se reflejaron en la Constitución de 1976, en la cual los escasos seis artículos del Capítulo VI dedicados a los derechos de los trabajadores ignoran casi todo lo alcanzado por el movimiento sindical desde la creación de la CNOC.

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