www.cubaencuentro.com Martes, 27 de enero de 2004

 
   
 
El día de Finlay
Mientras se incrementa la propaganda del gobierno en torno a las 'bondades' de la salud pública, los ciudadanos se quejan más por las miserias que padecen.
por JAIRO RíOS, La Habana
 

Escasez. Esa podría ser la mejor palabra para definir las celebraciones oficiales que en el terreno de la medicina se suceden por estos días en la Isla. Esa será también la palabra más repudiada por los cubanos cuando los medios de comunicación bombardeen sobre los logros de la salud a propósito del "Día del Médico": escasez de medicamentos, escasez de galenos, escasez de libertad para denunciar tanta escasez. En fin…

Médico de familia
Atención primaria de salud: Propaganda y deterioro.

Según informa el diario Granma, en las últimas semanas se incorporaron 123 médicos a prestar servicios en las montañas de la oriental provincia de Guantánamo. Por una decisión conjunta de los ministerios de Educación Superior y de Salud Pública, los recién graduados de Medicina —los de mejor rendimiento— deben pasar un año concentrados en esa región, la más golpeada, sin dudas, por las carencias de todo tipo.

Es que en la Isla, mientras más sube de tono la propaganda del gobierno en torno a sus "bondades", los habitantes más se quejan por las miserias que padecen, especialmente en lo que respecta a una zona tan sensible del quehacer humano. Tienen razón los cubanos que cuestionan por qué envían a bisoños médicos de la ciudad, en medio de tan precarias condiciones de vida, si a ello no se suman nuevos programas de revitalización de esas áreas, que incluyan el abastecimiento de fármacos y servicios de salud dignos, además de obras para eliminar la difícil situación sanitaria de estos territorios.

A más de uno podría parecerle esto una variante del trabajo forzado. De lo que no hay dudas es de que poco han podido hacer para combatir, por ejemplo, las enfermedades diarreicas agudas, reducir las muertes maternas o aliviar las afecciones de tipo respiratorias. En el fondo, el sentido de todo ese juego es político. Si todo va a seguir al pairo, como hasta ahora, qué importa la calidad de la oferta.

A todas luces, la maniobra sirve como entrenamiento para las nuevas misiones internacionalistas que el régimen propicia, esas que ahora son como válvulas de escape para los hombres y mujeres de bata blanca. Aun cuando las condiciones en otros países pinten tan precarias como las montañas orientales, al menos recibirán algunos dólares, saldrán del país por un tiempo, cambiarán de aire y con un poco de fortuna podrán radicarse para siempre en una nación que pague mejor por sus servicios.

No parece ser una prioridad para el gobierno admitir que el país se esté quedando sin médicos, gracias a gestos tan "generosos" con naciones vecinas. En varias localidades del interior ya comienzan a hacerse sentir las ausencias de especialistas y ahora un médico debe asegurar el trabajo de los otros tres que se han marchado. Pero, ¿cómo revertir lo que ya ha sido decisión tomada por el dueño de Cuba?

Curioso es también el "otro" entrenamiento que reciben en la Isla los médicos ya seleccionados para marchar al exterior. En la habanera playa de Cojímar está ubicado el centro para recibir los toques finales, que por quince días incluyen reuniones con altos funcionarios estatales y un ciclo de asignaturas y conferencias. Y para colmo, algunos se asoman allí por primera vez al mundo de la computación tras recibir como obsequio una flamante laptop —ordenador portátil que deben dominar para recibir el visto bueno y hacer el viaje—, además de una vídeocasetera y un misterioso sobre lacrado, que deberán abrir sólo en caso de peligro extremo para la vida.

A este sitio no puede acceder nadie, ni siquiera los familiares. A todos se les exige suma discreción. Es como si ya no estuvieran dentro del país. Además, el centro se encuentra rodeado por un cordón de agentes de alta seguridad que sólo permiten salidas cuando toca la fiesta de despedida, por lo general, en la residencia exclusiva de El Laguito, y donde no es extraño encontrarse, aunque sea brevemente, con el Comandante para la foto colectiva.

En lo que resta de año, La Habana piensa cumplir su trueque con Chávez: médicos por petróleo y un nuevo acompañante en la solitaria ruta hacia el desastre. No importa cuánto más deba sacrificar del deprimido sistema de salud cubano, a pesar de que ya comiencen a preocupar los reportes por la inseguridad reinante, las agresiones, los errores y deserciones. Además de los problemas que les crea una prensa vigilante y muy activa, imposible de amordazar, en su labor denunciadora de las irregularidades del chavismo.

De esta manera va a celebrar la Isla otro aniversario del natalicio de Carlos J. Finlay, médico insigne y hombre cabal comprometido con su pueblo y su tiempo, que supo defender con honor lo que le correspondía por derecho propio y no dudó en poner al alcance de los más necesitados el fruto perdurable de su genio.

Semejante lección de honestidad debería ser tomada con menos ligereza.

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