www.cubaencuentro.com Martes, 25 de mayo de 2004

 
  Parte 1/2
 
La corona natural del sacrificio
Un año después de la ola represiva, madres y esposas de los disidentes y periodistas encarcelados reivindican sus derechos, pese al acoso gubernamental.
por MIRIAM LEIVA, La Habana
 

Sentimientos de vacío, dolor, desasosiego, indefensión, hacían estallar los corazones de madres, esposas, hijas. Las humildes moradas estaban revueltas. Libros, papeles, sillas, colchones, se esparcían por todas partes. Escaparates abiertos y regados; mesitas vacías sin una vieja máquina de escribir, un radio, un equipo de fax o quizás una computadora. No se lo llevaron todo. Era demasiado. En algunos lugares dejaron en "depósito" para regresar después a recoger.

Madres y esposas de Santa Rita
Esposas y madres de Santa Rita.

Muchos agentes de la policía política habían escudriñado cada rinconcito, movido cada libro y hasta los escasos alimentos. ¡Total, si todo estaba colocado a simple vista! ¡No había nada que esconder!

Ese día de marzo de 2003, la cuadra fue cerrada por policías uniformados o gendarmes de civil, y carros patrulleros o comunes. Trajeron "testigos" de los Comités de Defensa de la Revolución, el Partido Comunista, informantes habituales u otros. Los vecinos estaban nerviosos y estupefactos. Los registros duraron 10 horas o más.

"Pase mañana por el Departamento de la Seguridad del Estado para llevarle el aseo, o para decirle cuándo lo podrá ver". Esas fueron las últimas palabras de algún oficial, cuando sacaban esposado al ser querido, en medio de la noche o la madrugada.

Pero la odisea recién comenzaba… Esa cara no era la conocida hasta entonces. Estaba demacrado, exhausto, más delgado. Intensos y prolongados interrogatorios a cualquier hora; la minúscula celda con prisioneros comunes y la luz encendida las 24 horas; el baño, un hueco en el piso y una ducha probablemente sin agua; la comida era poca y mala. No recogían los desperdicios y la basura se apilaba. La incertidumbre: ¿hasta cuándo?

Juicios expeditos, sin garantías procesales; condenas de hasta 28 años de cárcel; traslado a cientos de kilómetros de distancia del hogar. Todavía las ancianas no se habían recuperado de las tensiones nerviosas, la presión alta y hasta de algún infarto. Los niños lloraban por papá, arrancado de sus brazos. Ella despertaba sobresaltada en medio de la madrugada. Se daba cuenta de que sólo había logrado conciliar el sueño breves horas. Estuvo sentada pensando hasta las dos o las tres de la madrugada.

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