www.cubaencuentro.com Jueves, 08 de julio de 2004

 
   
 
La responsabilidad de ser libre
De cómo ser inmunes a las falacias de los demagogos.
por ARNALDO YERO, Miami
 

Ser libre, antes que un derecho o una circunstancia física, es un estado de madurez interior que nos permite asumir con conocimiento de causa la responsabilidad de nuestros actos. El hombre primero tiene que saberse libre él, para después alcanzar, defender y disfrutar su plena libertad. Es esta condición interior la que hace posible que muchos prisioneros de conciencia sean más libres que sus carceleros.

Bandera
Prisioneros de conciencia: Más libres que sus carceleros.

A ese estado de madurez no se llega por gracia de ningún decreto político, ni por obra de ningún acto de violencia, sino por el ejercicio de nuestro raciocinio para descifrarnos y descifrar el mundo. De ahí que la primera responsabilidad de todo aquel que aspire a ser libre —antes de empuñar un arma o depositar un voto— sea la de aprender a pensar por sí mismo, para poder tomar las riendas de su destino, a sabiendas de lo que busca.

El hombre que sabe pensar de manera lógica y aprende a sacar sus propias conclusiones por medio del análisis cuidadoso y mesurado de la realidad, es inmune a las falacias de los demagogos. Es por eso que todas las tiranías son enemigas de la inteligencia que no pueden aherrojar y limitan la libertad de pensamiento por medio del control de la libertad de expresión e información, como mecanismo fundamental para esclavizar al hombre. Aquellos que ven limitada su capacidad de pensar, por decreto o voluntad ajena, o por ignorancia o negligencia propia, ven limitada su capacidad de sobrevivir y prosperar, y quedan a merced de otros "que piensan por ellos".

La pensadora y escritora estadounidense Ayn Rand, fundadora del objetivismo, en un artículo titulado ¿Qué es el Capitalismo?, publicado en 1965, nos dice que: "La acción requerida para sostener la vida humana es principalmente intelectual: todo lo que el hombre necesita tiene que ser descubierto por su mente y producido por su esfuerzo. La producción es la aplicación de la razón al problema de la supervivencia. Si algunos hombres escogen no pensar, los mismos pueden sobrevivir únicamente imitando y repitiendo la rutina de trabajo descubierta por otros, o de lo contrario ninguno sobreviviría (…) independientemente del camino que se escoja, (…) el hecho sigue siendo que la razón es el medio de supervivencia del hombre y que el hombre prospera o fracasa, sobrevive o perece, en proporción a su grado de racionalidad".

Asimismo, para ser verdaderamente libres y prósperos, los pueblos tienen que poseer una cantidad suficiente de individuos con la madurez cívica necesaria para escoger la forma de gobierno más conveniente para el país; establecer las instituciones más adecuadas para la sociedad; y elegir a los funcionarios más aptos para administrar la cosa pública. Cuando esa "masa crítica" ciudadana no existe, los pueblos suelen vivir en sociedades inestables y subdesarrolladas, esclavos de su inmadurez política, bajo el influjo de demagogos sin escrúpulos, funcionarios corruptos, caudillos y déspotas ilustrados.

Madurez de facultades

El fundador del liberalismo moderno, John Stuart Mill, en su tratado Sobre la libertad consideraba casi innecesario decir que esta doctrina era solamente aplicable "a seres humanos en la madurez de sus facultades", afirmando que la libertad, como principio "no tiene aplicación a un estado de cosas anterior al momento en que la humanidad se hizo capaz de mejorar por la libre y pacífica discusión", algo sobre lo que debemos meditar a la hora de analizar nuestros conflictos nacionales.

La madurez de las facultades, sin embargo, no es algo que ocurre genéticamente a los 18 o los 21 años de edad —hay jóvenes que asombran por su madurez, y adultos que asustan por su puerilidad—, sino por medio de la educación y las capacidades desarrolladas durante la formación de la personalidad. Pero aunque el medio que nos socialice sea o no conducente a la formación de ciudadanos libres, o nuestros padres no nos hayan educado bien, la tarea de crecer mental y espiritualmente es, en última instancia, una responsabilidad de cada cual. Después de todo estamos hablando de nuestra vida, de nuestra libertad, de nuestra felicidad.

Así como un médico que no sepa anatomía no puede ser médico, un ciudadano que no tenga una cultura cívica adecuada; que no sepa diferenciar entre un argumento falso y uno verdadero; que desconozca las virtudes del Estado de derecho y el respeto a la propiedad; que no sepa identificar los diferentes sofismas políticos; o que no pueda definir en qué consiste su libertad, no puede darse el gobierno que más le conviene y puede ser víctima de la visión del mundo que quiera imponerle cualquier demagogo carismático con ansias de poder. Los ejemplos están ahí, en los libros de Historia, en las páginas de los periódicos, en las ondas radiales, en las pantallas de televisión.

No importa el país donde vivamos, la conquista de la libertad comienza dentro de cada cual y entraña una responsabilidad constante por la propia superación. Ningún decreto constitucional, ningún partido político, ningún líder mesiánico, puede darnos esa libertad interior ni protegernos de nuestra ignorancia. Como dijera una vez un hombre inspirado: "El cielo y el infierno existen, pero están en mí".

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