www.cubaencuentro.com Jueves, 21 de octubre de 2004

 
  Parte 2/2
 
Ladrido contra la luna
¿Efecto sin causa? Según la prensa oficial, no son las precarias condiciones socioeconómicas las que impulsan el delito y la prostitución en la Isla.
por MIGUEL CABRERA PEñA, Santiago de Chile
 

La astilla moral

La palabra "luchador" convoca ruidos, quehaceres, olores bélicos. Y no la utiliza solamente la familia de la víctima, maldita por nadie sabe que sórdida imprecación. El vocablo es muy popular en la Isla. Pero fijémonos que el luchador no puede serlo más que en un ámbito muy duro, si se prefiere de circo romano, para mencionar una arena clásica del combatiente.

La sagacidad, el instinto popular, aplica esta palabra precisamente como fórmula para amparar al sujeto del estigma social, el desdén, el reproche y la crítica de periodistas como el de Granma. Cuando una persona se prostituye o cuando roba en su trabajo, no es ni prostituta ni ladrón, es, sencillamente, un luchador o luchadora. Y la calificación tiene raíz en que uno y otro han de ganar una batalla en cada jornada. Es, en fin, la guerra.

Entre aceros que asfixian, el luchador no se deja vencer, él araña la tierra si lo cree necesario con tal de cumplir —o al menos aproximarse— a sus expectativas personales y familiares. El luchador no se detiene en cavilar sobre maldiciones, ni piensa en estar "salao", como no pensaba el protagonista cubano de Hemingway. Él no medita sobre nimiedades, ni lo atribulan moralinas, tal como sucede en la guerra. Él pelea su pedazo de vida, su presa a dentelladas, como el Santiago de la novela célebre.

Sin madero al cual asirse, pronto el comentarista acude a la vieja conseja de que sus padres antes de la revolución eran pobres, pero honrados. ¿Esta última frase —una engañifa cuando perdura casi 50 años— la inventó la revolución o la creó el primer explotador que pisó el planeta? He aquí los argumentos con que cuenta el socialismo castrista para reflejar temas del mayor interés para la población.

No hay duda, por otro lado, de que semejante distorsión de la realidad sigue los pasos que dicta Fidel Castro, quien en una ocasión no halló otra manera de referirse a la prostitución que llamando a las prostitutas cubanas "ilustradas", una manera de diferenciarlas de sus colegas en el resto del planeta. Un elevado nivel de instrucción muerde la herida ya sangrante. Jamás será consuelo.

Por supuesto que en el corazón del tema se clava una recia astilla moral. Cuba presencia hoy lo que el periodista admite como "el apogeo de ciertos desvalores", que se intentan legitimar, acuña.

La vida en la Isla marcha sobre el doble filo de respetar la virtud o perecer en el descascaramiento y la total sumisión. Este es el drama, la interrogación silenciosa en que se deshacen legiones de cubanos. Y todo, porque Cuba es un país donde la esperanza no existe.

Primero hay que comer, proveer de proteínas a los niños y ancianos de la familia, vestirlos y un dilatado etcétera. Fue el propio Carlos Marx quien escribió que antes de hacer política el ser humano se alimentó y cubrió del frío. La moral es también postfacto —hablamos de ella en términos no estrictamente filosóficos—. Es decoro en épocas de libertad. En la nuestra se ha transmutado en moralina, cuello de cisne que una mano de muchos nombres aprieta hasta que apenas resuella. Así, más que entenderlo, actúan muchos isleños. Aunque no académica, es una manera de resistir, coincidiría tal vez Ernesto Sábato.

Mientras se mantengan las actuales circunstancias, mientras no se rescate mediante la rebeldía, la virtud continuará sufriendo golpes diarios y diarias abolladuras. Granma, en tanto, proseguirá su áspero, culpable ladrido contra la luna.

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