www.cubaencuentro.com Jueves, 21 de octubre de 2004

 
  Parte 1/2
 
El peor verano de nuestras vidas
Diez años después de aquel agosto de 1994, la Isla ha aprendido a multiplicar sus agonías de fantasma a la deriva.
por ORIOL PUERTAS, La Habana
 

Nada podía presagiarlo. Más allá de confrontaciones en política exterior que ya se van haciendo rutinarias —Estados Unidos, Unión Europea, México, Perú, Uruguay, Chile y más recientemente Panamá—, el par de meses que en Cuba delimitan un caluroso verano de receso escolar parecía depararnos a los cubanos algún descanso, bueno para playas, lecturas, películas alquiladas en bancos particulares o acaso el plato fuerte de los Juegos Olímpicos de Atenas.

Huracán Charley
Estragos del huracán Charley.

Ni la cartomántica más arriesgada podía prevenirnos. El saldo final de estos dos meses ha sido tan negativo que ya nadie se atreve a recordar, siquiera comparativamente, aquellos dos meses del verano de 1994, metidos de lleno todos en la agonía —¿iniciada cuándo?, ¿en 1989, con la caída del Muro de Berlín?, ¿en 1991, con el desastre de los farsescos Panamericanos de La Habana?, ¿en 1993 con el anuncio de la despenalización del dólar?— de ese duro, retardado eufemismo denominado Período Especial en tiempo de paz, que era algo así como el anuncio de que la guerra nunca estará en otra parte sino ahí delante de nuestros ojos. Para siempre.

Esta vez no ha habido crisis de balseros. Sólo por un mero accidente de la política que nadie osaría poner en duda: con acuerdos migratorios y una Cuba más harapienta, de repetirse los hechos, el doble o el triple de quienes se largaron harían sus balsas otra vez. Sin mirar atrás. Sin pensarlo mucho. Diez años después, la Isla ha aprendido a multiplicar sus agonías de fantasma a la deriva, que aprendimos en la única escuela que escapa al control del Estado totalitario: la vida real.

Han sido dos meses donde todas las carencias se han agudizado. El único crecimiento ha sido el de esta sensación de vacío que uno encuentra por todas partes, verdaderamente más fácil de hallar y palpar que la respuesta a la pregunta de dónde está el final de este túnel diabólico en el que nos han entrampado.

Julio y agosto han teñido para siempre este 2004. Creció la escasez de agua potable. Creció la escasez de alimentos. Creció la escasez de combustible. Creció la escasez de transporte. Creció la escasez de médicos, especialistas y medicamentos. Creció la escasez.

A todo eso tuvimos que sumar la mayor crisis energética de los últimos tiempos, paridora de los más prolongados apagones de los que tengamos noticias. En algunos casos llegaron a ser alumbrones de seis o siete horas diarias.

Y llegó Charley

Agosto es mes de huracanes. El entrante septiembre también. Pero Charley fue el típico puntillazo para un verano cruel.

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