Aunque anunciada de soslayo, esta es la joya irresistible de la velada, el punto, a falta de un auténtico ágape. Ante todo, bandejas con mojitos que pasan entre el murmullo sonriente. A seguidas pastelitos y bocadillos, entremeses de jamón y queso, custodiados por aceitunas. Los pasteles últimamente traen en la envoltura —cosas del turismo— la casa que los confeccionó y hasta el rostro mofletudo del maestro dulcero.

Con el estómago satisfecho y una ligera embriaguez, todo saldrá en orden. Los discursos imprescindibles ya no alcanzarán a atravesar la neblina que se ha instalado en la mayoría de las mentes, una defensa contra el énfasis insulso.

'El libro antiimperialista'

Al otro día, puntuales, las reseñas periodísticas sobre el estudio "recién salido de las prensas". Como el título escogido por Lezcano no es muy parco que digamos (Notas para una cronología de la política anexionista de Estados Unidos respecto a Cuba), los periodistas de la radio, por ejemplo, lo sustituirán en sus reportes por algo así como el "libro antiimperialista del compañero Lezcano", lo cual ayudará a que menos personas lo lean, por ser asunto constantemente resobado.

Lo que nunca se escapa son frases que parecen sacar todos de un mismo y pequeño recipiente. Mientras el texto será "revelador", un "estudio sustancioso", a su autor se le describe como un "antiimperialista de estirpe martiana", "fiel seguidor del Comandante en Jefe". Las emisoras provinciales que no acudieron al lanzamiento por la escasez de combustible, copiarán su reseña del Granma o de la AIN, que tal vez reciban por Internet, si ese día no está descompuesto algún mecanismo y si no falta la electricidad.

Obras de este tipo suelen levantar entre los verdaderos expertos un gesto de extrañeza, lógica actitud ante la irrupción sin antecedente previsible. Mientras se lee el libro, la impresión inicial irá cediendo al hastío o la burla. Esta última suele trasladarse en sordina, pero trasciende finalmente pasillos, diálogos, reuniones, fiestas y oficinas, como una bola de nieve. Así sucedió con los poemas semanales de Juan Almeida en la revista Bohemia. Un día alguien se atrevió a decirle que él no era poeta, y detuvo el martirio.

La anterior no es crónica puntual. Es acopio de similitudes en numerosos burócratas-escritores. Un entramado a partir de la experiencia en el periodismo cubano. Si ser un funcionario es fundamental para publicar un libro sin importancia alguna, cuando se conjuga este estado con el de ex miembro del Movimiento 26 de julio, las condiciones son excepcionalmente buenas. Con su autoridad se abona mejor el terreno del antiimperialismo y se extrae más fácilmente de su tumba el peligro de la anexión de Cuba por Estados Unidos.