www.cubaencuentro.com Viernes, 03 de diciembre de 2004

 
  Parte 1/2
 
Poder y autodestrucción
¿Para qué computación sin Internet, dietética sin alimentos y cultura eléctrica sin electricidad?
por MANUEL CUESTA MORúA, La Habana
 

En una infausta popularización de su proyecto, Lenin dijo que el socialismo en Rusia era igual al poder de los Soviets más la electrificación. Como el "socialismo real" suponía y significó la "ciudad cerrada" con la que soñaron y sueñan los providencialismos modernos, esta ilustración fue sumamente infausta porque evocaba, en el juego metafórico del lenguaje, la capacidad del socialismo real para electrocutar a sus súbditos en fuga, en las fronteras cercadas del vasto territorio físico e ideológico del totalitarismo.

Apagones
Prioridades: ¿'Mesas Redondas' aunque no puedan verse?

Pero poniendo a un lado las probables revelaciones del subconsciente, Lenin estaba diciendo dos cosas interesantes a sus correligionarios y a la posteridad comunista: no se puede pensar en "construir" el socialismo al margen del proceso tecnológico, ni sin la suficiente capacidad de producción energética.

Sin embargo, el empuje industrializador del socialismo real escondía un dato más importante para comprender este tipo de sociedades. De manera similar a las sociedades asiáticas de la antigüedad, la tecnología en ellas significaba no tanto una mentalidad tecnológica como una mentalidad de control. El dominio de densas comunidades a través del proceso productivo era la meta final de sociedades cíclicas que desdeñaban la innovación tecnológica si esta implicaba pérdida de control.

La decadencia de la China antigua se explica por la contradicción entre una sociedad inventora y unos mandarines sólo interesados en el equilibrio del Imperio del Medio.

En esta dirección sugiero entender el interés del socialismo real por la tecnología y el desarrollo de las fuentes de energía disponibles. Recordemos que en cualquier campo de innovación que se considere, nunca se podrá demostrar la capacidad de aquel para revolucionar las bases de la tecnología ni para descubrir nuevas fuentes energéticas.

El socialismo real en Cuba es el ejemplo, patético en el siglo XXI, de un casi colapso energético por agotamiento del parque tecnológico y por supeditación del desarrollo del país a la imaginación y contemplación estéticas del pensamiento sucedáneo.

Si se pregunta cuál es la prioridad en las políticas de Estado de la Isla, todo el mundo coincidirá en la llamada "batalla de ideas", una frase de Martí sin ninguna densidad conceptual que únicamente quería indicar el objeto de combate que él creía fundamental en su época: las ideas.

La de ahora tampoco expresa un concepto ni la dirección original, pero es el fenómeno equivalente al pretendido equilibrio que querían lograr tanto las antiguas sociedades asiáticas como los socialismos reales, para los que "potencia" y "tecnología" servían en tanto soportes del dominio político.

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